miércoles, 14 de marzo de 2018

El futuro de las pensiones

En relación con las pensiones asegura el presidente del gobierno que hay que ser equilibrado -se debe tener a sí mismo por equilibrista consumado- y considerar tanto a los que las perciben como los que las pagan: yo juraría que se está refiriendo a los mismos; aquellos que hoy las perciben es porque en su día pagaron y los que las percibirán -si cambian las actuales políticas al respecto- es porque hoy están pagando; basta ya de asimilar  pensionistas (RAE: personas que tienen derecho a percibir y cobrar una pensión) a pensionados (RAE: que tienen o cobran una pensión (con o sin derecho a ello)).
Hay que aclarar que comenzó su discurso sobre éste tema asegurando que los españoles deben estar tranquilos sobre la viabilidad y futuro de las pensiones en éste país; pues aquí hay un español que está más intranquilo que antes de que comenzara; será -entre otras cosas- porque el señor Rajoy no ha hecho una sola mención al Fondo de Reserva de la Seguridad Social -la hucha de las pensiones- que su Gobierno recibió con 65.000 millones y del que hoy apenas restan 8.000 millones (seguramente, actualizando las cuentas, ya esté en déficit); como mucho ha admitido que sí, que lo ha usado, pero justificándose en que lo ha usado para lo que estaba: si no usamos el fondo de reserva en el peor momento de la crisis económica, ¿cuándo lo vamos a usar? se preguntaba a sí mismo retóricamente; confundiendo usar y consumir. Además de que el señor Rajoy también confunde su imaginación con la realidad queriendo hacernos creer que lo peor de la crisis ya ha pasado, ¿que ocurre cuando un fondo de reserva ya no existe? me podría preguntar yo también a mí mismo, más angustiado que retórico; pues -como le podría informar cualquier militar profesional- lo mismo que a un ejército que se queda sin reservas en la batalla: acercarse de forma cierta al desastre.
Y es muy posible que el señor presidente del gobierno considere que con éste nuevo equilibrio verbal -para salir del paso, como es habitual en él- consistente en prometer algo para no se sabe cuando y, sobre todo, sin precisar cuanto, ha resuelto el problema. Sin darse por enterado de que él mismo -sin retórica- es el problema.

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