Parece ser que el excomisario Villarejo y su socio Rafael Redondo –acusados de varios delitos tales como blanqueo,
cohecho y crimen organizado– iban a ejercer de conferenciantes en un foro a celebrar en Panamá -nunca mejor dicho lo de marco incomparable- para debatir sobre lavado de dinero, evasión de capitales y paraísos fiscales. Que, francamente, no sé porqué hay medios que lo han destacado como titular: seguro que podrían acreditar y aportar abundante información y conocimientos sobre el tema; ya anticipé hace un tiempo que podríamos acabar así.
En la misma línea, Francisco Correa ha propuesto la absolución del juez Baltasar Garzón de su condena e inhabilitación subsiguiente por irregularidades en la instrucción del propio caso Gürtel, ya que considera que es -como él mismo- una víctima más en una causa con tintes políticos y no jurídicos; algo que, al fin y al cabo, es perfectamente lógico en alguien que no considera delictivas sus actividades y que defiende que sólo utilizó sus gestiones y relaciones para que empresas privadas se vieran beneficiadas de las adjudicaciones a cambio de un porcentaje (pequeño, le ha faltado añadir añadir); que ese procedimiento habitual supusiera finalmente un sobrecoste de millones de euros en obras y servicios pagados con dinero público no le debe parecer relevante ni algo a mencionar ni, por supuesto, delictivo (y eso que ahora se ha ofrecido a colaborar con la justicia para ahorrarle
dinero al ministerio público, a cambio, eso sí, de poder asistir a futuros
procedimientos judiciales por su propio pie y no en furgón desde la
cárcel).
En fin, un país y un partido político, el PP que, no sé porqué, me recuerdan a la Iglesia católica del siglo XVI que comercializaba indulgencias y otros beneficios ultraterrenos a cambio de bienes terrenales -recordemos a papas reinantes, entre ellos algún español, con concubinas e hijos reconocidos reinando en Roma- que incitaron a Martín Lutero a dirigirse a ella como la puta de Babilonia corrupta y malvada y al propio papa como Anticristo, su infernalidad el Papa, o burro del diablo y, finalmente, a promover la Reforma protestante. Este país está también pidiendo a gritos una Reforma, con mayúsculas. Y no sólo de la Constitución.
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