...palabra que podría significar muy probable, pero no es el caso. Son ya cuatro los ministros del actual gobierno de España reprobados por el Congreso de los diputados: los titulares de los ministerios de Justicia, Hacienda, Interior y Exteriores; los cuatro son, como es evidente, ministerios cruciales y nucleares en el funcionamiento de cualquier gobierno; antes que ellos fué reprobado, igualmente, el titular del ministerio del Interior en un gobierno anterior presidido también por Mariano Rajoy.
Decía Oscar Wilde que perder a uno de los padres puede considerarse una desgracia; perder ambos parece descuido; acumular cinco indica claramente una tendencia parricida.
La labor de control al gobierno por parte de la oposición queda regulada en el artículo 111 (sí, hay otros además del 155) de la vigente Constitución española, que establece:
La labor de control al gobierno por parte de la oposición queda regulada en el artículo 111 (sí, hay otros además del 155) de la vigente Constitución española, que establece:
1. El Gobierno y cada uno de sus miembros están sometidos a las interpelaciones y preguntas que se formulen en las Cámaras. Para esta clase de debate los Reglamentos establecerán un tiempo mínimo semanal.
2. Toda interpelación podrá dar lugar a una moción en la que la Cámara manifieste su posición.
La Constitución no menciona, ni siquiera, que tal posición pueda concretarse en la reprobación de un ministro o de todo el gobierno, y en todo caso, no implica conscuencias concretas -como pudiera ser el obligado cese del reprobado- derivadas de tal posición de la Cámara. No obstante, en la historia del parlamentarismo -incluso en el de éste país- la reprobación por mayoría absoluta de la Cámara de un ministro -no digamos ya de cuatro- siempre ha dejado al Gobierno en el que se integra en
una situación muy desairada, y hay numerosos ejemplos -incluso recientes, como el caso del ministro de Industria, Soria, cesado antes de ser reprobado- en los que la única salida digna es la dimisión o cese del ministro en cuestión.
Pero es evidente que para el PP, corroído hasta el tuétano por una corrupción de la que es imposible seguir manteniendo que es una serie -aunque fuera amplia- de casos aislados y es fácil suponer que consiste, más bien, en un simbiótico modo de vida, -tal y como afirma la fiscal del caso Gürtel en sus conclusiones en el juicio de ese caso-, el tiempo de las salidas dignas ya pasó. Está claro que la necesidad del PP de controlar y manipular el poder judicial -teóricamente independiente de los poderes ejecutivo y legislativo- es una política impuesta por Rajoy, que teme mucho más a la Justicia penal que a toda la oposición parlamentaria junta; la reprobación del correspondiente ministro es únicamente un asumible daño colateral en esa carrera desesperada por la supervivencia política; la única salida que ha visto el PP -no muy digna, precisamente- es seguir huyendo hacia delante en un intento de escapar a su propia putrefacción: pongamos que hablo de Cataluña. Siempre habrá -en cualquier sitio- patriotas dispuestos seguir quemando basura combustible, cuyo humo oculte la realidad.