No es ningún descubrimiento, más bien un recordatorio: en éste país se mejora muchísimo al abandonar el escenario, quiero decir al morir; es una tradición muy de aquí. Será por eso que andan muy revolucionados en el PP por la falta de respeto para con la fallecida Rita Barberá -casualmente, los mismos que hace pocos días procuraban evitarla por todos los medios para ni siquiera salir con ella en una foto- de quienes no han permanecido en el hemiciclo del Congreso de los Diputados para guardar un minuto de silencio en su memoria.
Conviene en todo caso tener, efectivamente, la necesaria memoria para recordar que el grupo parlamentario del PP se opuso a guardar igualmente un minuto de silencio tras el fallecimiento de José Antonio Labordeta alegando que nunca se había hecho antes y pese a que Labordeta sí había sido diputado del Congreso y no senador, como ha sido el caso de Rita Barberá. Por no recordar, también, cuando ella misma se burló de la memoria de las víctimas del accidente del Metro de Valencia ante los manifestantes de la Intifalla en Marzo de 2015. Es lo malo de padecer memoria selectiva -seguramente por sobrecorrección de disonancias cognitivas- que al mirar atrás sólo con un sólo ojo el otro se vuelve vago y hacerse el tuerto con frecuencia puede acabar con la capacidad de poder ver la realidad como es, en profundidad.
Respecto a los representantes del PP mencionados al principio, esos panegiristas que para dentro de nada estarán proponiendo la canonización de Rita de Valencia (tendrán que empezar por rezar pidéndoselo a su propia santa, Rita de Casia, patrona de los imposibles, aunque, por otra parte, parece que sólo se requieren dos milagros -con los innumerables que se le atribuyen en el PP-, y sólo uno si se es mártir) pocas veces he visto personificados tan inequívocamente los pasajes de Mateo 23:27 y 23:28: ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!
Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la
verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda suciedad. Así también vosotros, por fuera parecéis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. Y podría citar bastantes nombres propios en el PP como practicantes habituales de la magnífica hipocresía que define Edmund Burke, de esa que no tiene ninguna intención de cumplir las promesas que hace y que, por tanto, no cuesta nada; ya dijo antes Quevedo que nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir; por su actividad política como hombre de confianza del duque de Osuna sabía de qué hablaba e igualmente opinaba que la hipocresía, siendo pecado en lo moral, es grande virtud política.