martes, 8 de marzo de 2016

Rajoy artista

No es una de mis preocupaciones, la verdad, pero creo que se equivocan en Ciudadanos al creer -o decir que creen- que Mariano Rajoy es un cadáver político. Creo que sería difícil encontrar un político actual de tan larga trayectoria y que habiendo tenido en ella tantos desaciertos en el fondo y en las formas, haya ejecutado con tanta propiedad un encogimiento de hombros genérico en la certeza de que todo pasa, pero él permanece. Antón Losada (autor del libro Código Mariano, que recomiendo sinceramente) desvela una de las claves del personaje: Rajoy ha aprendido a hacer política escondido detrás de la caricatura que entre todos le hemos fabricado y él nunca se ha tomado la molestia de desmontar porque le era muy útil. (http://www.huffingtonpost.es/anton-losada/codigo-mariano-todo-lo_b_6192740.html).
Si Mariano Rajoy no ha leído El arte de la guerra (es un texto breve, más bien una colección de aforismos) de Sun Tzu, seguro que alguien le ha hecho un resumen y lo tiene en mente de continuo, como le ocurre a Esperanza Aguirre con los once principios de la propaganda de Goebbels. En ese tratado de estrategia -más que puramente de guerra- de miles de años de antigüedad, pero que tan de moda continúa estando entre todos los que se dedican a someter a la suya voluntades ajenas -empresarios, vendedores, políticos- pueden leerse sus dos preceptos fundamentales sobre el enemigo (o adversario): Todo el Arte de la Guerra se fundamenta en el engañoEl supremo Arte de la Guerra es someter al enemigo sin luchar; que no puedo evitar ver como inspiradores de la mayoría de las actuaciones políticas de Mariano Rajoy. Sobre todo el segundo. Aunque también el primero...
Yo sugeriría a Albert Rivera que lea también -en el caso improbable de que no lo haya hecho ya- a Sun Tzu y varias veces los párrafos del Arte de la Guerra donde se dice: No presiones a un enemigo desesperado y, sobre todo, Un ejército (ó general) victorioso gana primero y entabla la batalla después y Es mejor conservar a un enemigo intacto que destruírlo (para usar después sus recursos, evidentemente).

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