miércoles, 4 de noviembre de 2015

Mitos

Parece que tiene todos los requisitos para ser una ley universal, me refiero al aumento del escepticismo con la edad: así como el pelo de la cabeza encanece -o desaparece- perdemos vista y dientes, o las articulaciones se empeñan en disminuir su elasticidad, así también mucho de aquello que creíamos de niños o adolescentes se vá demostrando -lenta, pero inexorablemente- falso. Los primeros damnificados en el proceso suelen ser los padres -referentes primero y luego sacos de boxeo en los que ensayamos nuestros primeros golpes de reafirmación personal- y luego van cayendo las palabras con mayúsculas: Justicia, Libertad, Solidaridad, etc. (seamos indulgentes con otros conceptos universales que también usan mayúsculas, pero sin cuya creencia se haría aún más insoportable vivir).
Pero he descubierto recientemente que éste proceso de desmitificación dura toda la vida; a mi edad se me siguen cayendo lo mitos día sí, día no. Hace no mucho -relativamente- fué el mito del Cuerpo Superior de Abogados del Estado, señores y señoras a quienes yo consideraba -vaya usted a saber porqué- sapientísimos(as), discretísimos(as), listísimos(as) y otros superlativos, el que se me vino abajo gracias a las explicaciones de la Secretaria General del Partido Popular, Dolores de Cospedal, respecto al finiquito en diferido de Luis Bárcenas. Tras aquello no creo que nunca más vuelva yo a sentir aquél temor reverencial por los Abogados del Estado.
Más recientemente se me está desmontando por momentos el mito de los catalanes industriosos, serios, trabajadores y, sobre todo, con seny (traducible, para los castellanohablantes, como sensatez, cordura o sentido común) y que, según he podido leer es la ponderación mental que predispone a una justa percepción, apreciación, comprensión y actuación. Donde está el seny -dejemos para otro momento lo de la seriedad- de los catalanes que han propiciado con su voto una situación política en la que se han pospuesto los servicios públicos, el trabajo, el bienestar inmediato de la ciudadanía y sus derechos, penosamente adquiridos durante décadas, a cambio de ...a cambio de...ya me gustaría a mí saber a cambio de qué; ¿del paraíso, quizá?. Desde luego, yo por menos no lo cambiaba.
En fin, también es cierto que sin mitos se vive más en la realidad. Aunque a veces, precisamente, eso es lo penoso... ¡lo acabo de ver en éste momento! eso es lo que les debe ocurrir a los catalanes -a una buena parte, al menos- que no quieren vivir en la realidad. Si les funciona ya nos enteraremos, y nos independizamos todos. Pero no lo creo. Ni lo uno ni lo otro; escepticismo, ya digo.


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