Como cuando nos explicaban de pequeños lo que eran las líneas paralelas,
aquellas que mantienen una equidistancia y nunca se cruzan aunque las
prolonguemos hasta el infinito -o sea, muy lejos- así ocurre con las
líneas rojas del presidente de la Comunidad Valenciana, Alberto Fabra, y
las del vicealcalde de Valencia, Alfonso Grau: cada uno tiene las suyas
y no existe contacto entre ellas, aunque sean del mismo color.
Y yo
me pregunto si ésta ley geométrico-social será de aplicación a
particulares que no ostentemos cargos públicos, es decir, si yo podría
definir mis propias líneas rojas paralelizándolas con las de Estado o el
Ayuntamiento -quienes me imponen normas y a quienes pago impuestos- o
las del Banco -al que debo la hipoteca de mi casa- de forma que no se
encontraran ni en el infinito (o más allá). Que, para entonces, todos
calvos.
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