Ya comprendo que la pobreza de la iglesia católica es tema antiguo y que en su tiempo exigirla llegó a ser motivo de herejía que podía llevarte a la hoguera; aún así, San Francisco la reclamaba para los miembros de su orden: todos los hermanos vistan ropas viles y puedan, con la
bendición de Dios, remendarlas de sayal y de otros retales; porque dice
el Señor en el Evangelio: "Los que visten con lujo y viven entre
placeres, en las casas de los reyes están". Evidentemente, la jerarquía de la iglesia católica, de siempre, ha sabido sortear, acomodar e interpretar las Escrituras de
modo menos radical, sobre todo en lo tocante a sí misma. Tal como lo entiende
el cardenal Cañizares al portar una capa -de sobrenombre "magna", por si
no fuera evidente- de más de cinco metros de longitud y que exige en
concurso añadido de un porteador para su traslado.
Seguramente haya un término medio -el "justo medio" de Santo Tomás de
Aquino- entre la pobreza franciscana y la irrespetuosa ostentación para con
los pobres de éste país, que actualmente son muchos y cuyo número crece
a diario. Y no se trata, evidentemente, de dejar la capa en sólo dos metros y medio.
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