viernes, 12 de septiembre de 2014

Botín, banquero

Es cosa conocida lo mucho que se mejora en éste país inmediatamente después de morir. Si ese producto de nuestra idiosincrasia y carácter se vé acompañado de la untuosidad y lubricación que proporciona el dinero, no es de extrañar que sobre Emilio Botín hayamos tenido que leer panegíricos desmesurados incluso por parte de quien no tiene necesidad de entonar loas por puro cálculo, seguramente para no desentonar.
Al parecer ya nadie recuerda -y de ello hace poco más de un año- a los afectados por las preferentes del Banco de Santander recibiendo a Emilio Botín a su llegada a la Audiencia Nacional para declarar sobre su reunión con el ministro de Economía previa al desastre de Bankia, al grito de "ladrón" y con eslóganes tales como "nuestros ahorros, vuestro Botín". Más de uno de éstos afectados habrá visto acelerado su paso por la vida a consecuencia del despojo de sus magros ahorros, incapaces, comprensiblemente, de olvidar el expolio -y la afrenta- tal y como escribe Jaime Botín que le ocurría a su hermano fallecido: "Puedo asegurar que nunca conocí a nadie que olvidara antes las afrentas. A menudo me pregunté si ello era consecuencia de su escaso aprecio por sus propias virtudes o del desprecio por los improperios ajenos". Que yo creo que debía ser por lo segundo.

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