Cada una de las conocidas actuaciones de miembros de la clase
política relacionadas con la corrupción, me reafirman en antiguas
sospechas creo que producto del sentido común, ese del que algunos dicen
andar sobrados, sin que se les note gran cosa su uso.
La primera es que por muy extraterrestre y ajena que nos parezca la conducta de los políticos corruptos, lo cierto es que responde a la cultura profunda de este país en cuanto a tomar el atajo que nos evite el sudor permanente del esfuerzo y el trabajo; simplemente ellos están cerca de los recursos públicos y la tentación de olvidarlo -que son públicos- es permanente: hablando en general, cualquiera en sus circunstancias es posible que tambien acabara olvidándolo.
La primera es que por muy extraterrestre y ajena que nos parezca la conducta de los políticos corruptos, lo cierto es que responde a la cultura profunda de este país en cuanto a tomar el atajo que nos evite el sudor permanente del esfuerzo y el trabajo; simplemente ellos están cerca de los recursos públicos y la tentación de olvidarlo -que son públicos- es permanente: hablando en general, cualquiera en sus circunstancias es posible que tambien acabara olvidándolo.
La segunda es que si esto es así, el recordatorio tiene que venir
siempre desde fuera del interesado -nunca mejor dicho- ya que una vez que se olvida quien es el propietario y quien el administrador de los fondos públicos, la amnesia
suele ser permanente y total. Quiero decir que no podemos pretender que
sean ellos mismos los que pongan veto a sus tendencias como no podemos
esperar de un adicto a las drogas que cese en su adicción sin ayuda
externa a él mismo.
Así pues, puestos en la tesitura en la que nos jugamos la misma existencia de lo público, no podemos andar con paños calientes, esperando que sean los partidos políticos los generadores del necesario proceso de renovación democrática: no podemos esperar a que se quiten, debemos apartarlos nosotros.
Así pues, puestos en la tesitura en la que nos jugamos la misma existencia de lo público, no podemos andar con paños calientes, esperando que sean los partidos políticos los generadores del necesario proceso de renovación democrática: no podemos esperar a que se quiten, debemos apartarlos nosotros.
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