lunes, 15 de noviembre de 2010

Del dicho al hecho...

...hay mucho trecho. Decir lo que se supone que el auditorio quiere oír y después cumplir, o no -según las circunstancias- lo dicho es práctica habitual de los integrantes de la clase política de este país, sobre todo de quienes pertenecen a los partidos con responsabilidad de gobierno, que es la prueba del algodón de sus promesas. El burdo oportunismo en que se basa esta actitud tiene su justificación, al parecer, en su eficacia electoral, aunque el electorado va aprendiendo paulatinamente -constatando que somos una democracia joven, en términos históricos-  a desconfiar de las promesas de los políticos, sobre todo cuando falta la concreción y cuantificación de las mismas. Así, el presidente del Gobierno no ha tenido reparo en venderse como ardoroso laicista en la campaña electoral catalana, compatibilizando estas afirmaciones con el hecho de que durante sus gobiernos el Estado haya aumentado notablemente la financiación de la Iglesia católica con dinero público que, evidentemente, es de todos: creyentes (en el credo de la Iglesia católica o en otros), agnósticos y ateos. Hechos son amores, y no buenas razones. Perdón por tanto refrán, pero en estos tiempos de crisis, es la filosofía más barata.

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