Respecto a las recientes elecciones en Venezuela, he leído hoy en El País que "Un diputado se elige con 20.000 votos en Amazonas y con 400.000 votos en Zulia". Cierto. Y que "Un voto no es igual a un voto en Venezuela. Hay votos y votos". Cierto también. Pero aquí en España, tampoco es muy distinto. Al PNV, cada diputado en el Congreso de los Diputados le ha costado 51.021 votos, mientras Izquierda Unida ha tenido que reunir 484.973 votos -casi diez veces más- para lo mismo. También es cierto que en cada país las herramientas utilizadas para lograr semejante desproporcionalidad no son exactamente las mismas -delimitación de las circunscripciones electorales, regla D'Hont para la asignación de escaños- pero los resultados son, en ambos casos, igualmente injustos. Con la misma razón que El País titulaba "Un sistema electoral diseñado a medida salva al líder bolivariano", podríamos decir que en España "El sistema electoral se mantiene por el interés de PP y PSOE en garantizar(se) un bipartidismo permanente". Y es que la relación entre la democracia y un sistema electoral es la misma que la existente entre una ley y el reglamento que la desarrolla: los segundos no garantizan necesariamente las primeras.
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