lunes, 27 de septiembre de 2010

Publicidad telefónica

Durante varios días he recibido a diario llamadas a mi teléfono móvil procedentes de un número para mí desconocido. Tengo la costumbre de no responder a números ocultos o desconocidos pero como la persistencia de éste en concreto parecía no tener límite, finalmente respondí. Era alguien que se identificó como trabajador de la empresa que me proporciona el servicio de telefonía móvil y que tras asegurarse de que yo era el titular del contrato, me propuso un negocio: el envío de hasta doscientos mensajes de texto al día (SMS) por un precio irrisorio. Le pregunté si la oferta incluía el listado de las personas a que yo podría enviar tal cantidad de mensajes, ya que mis contactos son limitados y tampoco me parecía conveniente enviar a cada uno veinte o treinta mensajes diarios. El informador, tras breves instantes de desconcierto se repuso y dijo que me entendía "la metáfora", pero que lo que él me proponía era...y enlazó de nuevo con el principio de la irrenunciable oferta, como en un bucle infinito. Le detuve en cuanto fui capaz para proponerle, a mi vez, un trato: que ni él ni yo continuáramos perdiendo el tiempo. Tuvo, sin embargo, los reflejos necesarios para pedirme el teléfono de algún contacto para que pudiera ofrecerle el negocio que yo -inconsciente- le despreciaba. Con riesgo de molestar al informador -se han dado casos de venganzas persistentes- colgué. A parte de que, ya digo, no tengo muchos contactos en mi agenda, a nadie le deseo soportar semejante tabarra. Y si les da por hacer literatura a base de mensajes de texto, no se lo voy a poner fácil además, xD.

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