viernes, 25 de diciembre de 2009

Matando al mensajero

Parece que el reconocido atraso de la justicia en España no es únicamente de medios -excusa recurrente empleada por los jueces para justificar la escasa calidad de la misma- si no, sobre todo, de mentalidad. Para el juez  que ha condenado a dos periodistas de la cadena SER por el delito de "revelación de secretos", "la protección constitucional al derecho a la información se refiere a los medios de comunicación social (televisión radio o prensa escrita), pero debe matizarse, que Internet, no es un medio de comunicación social en sentido estricto, sino universal". Muy matizador -lástima que viva en otro siglo o en otro mundo- y muy estricto el juez. Sobre todo lo último, habida cuenta lo desmesurado de la condena a dos profesionales que hacían su trabajo dando a la publicidad hechos que la misma sentencia reconoce como noticiables, además de verídicos. Según el juez se puede decir el pecado, pero no el nombre de los pecadores que, en su opinión, es lo que debe continuar siendo "secreto". Para que puedan continuar ejerciendo su derecho a pecar libremente, supongo.
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jueves, 10 de diciembre de 2009

Síndromes


Oí ayer el comentario de Iñaki Gabilondo respecto a la simplificación maniquea en que se ha convertido opinar de la res pública en la actualidad. Basta con adscribirse a una de las dos opciones políticas mayoritarias y, de forma automática, obtenemos el "filtro interpretativo" que nos traduce cualquier aspecto de la realidad, constatando el señor Gabilondo que tan burda simplificación ha sido asumida por todos, lerdos o sapientísimos. Pues sí, en esas estamos, pero tampoco es algo sorprendente; es el resultado natural de una sociedad gestionada políticamente por una partitocracia bifronte en la que hemos delegado nuestra supuesta democracia, que no sólo facilita -entre otros males- la corrupción a todos los niveles, si no que nos tiene sumidos en ésta inanidad acrítica tan útil a los poderes que manejan verdaderamente los hilos: los agentes de los grandes intereses económicos (no hay más que ver la habilidad con que nos están cargando las consecuencias de una crisis de la que son directamente responsables). Tuvimos tal "éxito" -que no se traspapelen las comillas, por favor- en la transición política que, desde entonces y como país, padecemos algo intermedio entre el síndrome del nuevo rico y el del tonto exitoso. Y ya se sabe, un tonto nunca se recupera de un éxito, que dijo Oscar Wilde.

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viernes, 27 de noviembre de 2009

Tramposos como setas

Es sobradamente conocido que no existe abrasivo más intenso de los valores morales y éticos que el interés, y más concretamente, que el dinero. Cuando a través de internet las empresas dedicadas a las apuestas deportivas admiten no sólo el resultado de los partidos como objeto de la apuesta, si no también todo tipo de variantes como puedan ser -en el fútbol, por ejemplo- que el equipo ganador meta un gol en el último minuto, que sea de penalti, que el equipo ganador lo sea por un número determinado de goles, es decir, sobre situaciones o eventos concretos dentro de los partidos y conociendo la cuantía de tales apuestas, se debería ser especialmente cuidadoso en el control de quien ejerza funciones de árbitro, sean de fútbol o de cualquier otro deporte de seguimiento masivo y objeto de apuestas. Que ahora la UEFA -por continuar en el fútbol- abra una investigación y proponga denuncias concretas por fraude masivo -más de cuarenta partidos, varios clubes y tres árbitros- indica que este organismo ha pecado de falta de previsión e ingenuidad. Que el fútbol mueve mucho dinero no es ningún secreto, abriendo apetitos de codiciosos y tramposos. Y lo mismo es de aplicación a los recurrentes fraudes por dopaje en ciclismo, atletismo y otros deportes. La corrupción es el hongo inevitable en la humedad y calorcito del dinero.

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lunes, 23 de noviembre de 2009

El fin de la crisis

El ínclito señor Pizarro, que no acaba de encontrar un perú a la medida de su espada, nos ha regalado, no obstante, su receta para salir de la crisis: hay que hacer las cosas como Dios manda, contenida en una ponencia que ha pronunciado en el XI Congreso Católicos y Vida Pública, organizado por la Asociación Católica de Propagandistas. O sea, que con reglamentar la vida pública de acuerdo a los diez mandamientos de Moisés, suficiente. ¿Para que necesitamos las prácticas de buen gobierno si ya tenemos el no robarás, el no matarás o el no codiciarás los bienes ajenos?, se preguntaba retóricamente el señor Pizarro, resumiendo que se necesita, por tanto, una vuelta a los referentes morales más elementales, es decir, premiar al que lo hace bien y castigar al que lo hace mal. Y que se lo digan a él, que no bien, si no magníficamente lo debió hacer -ventajas de tener hilo directo con Dios y sus mandatos- en Endesa, recibiendo por ello un premio de 15 millones de euros. Y sin robar ni codiciar los bienes ajenos. Con que todos lo hiciéramos siquiera parecido se acababa la crisis en minutos.

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viernes, 20 de noviembre de 2009

Aspavientos


Hablando del secuestro del Alakrana, Josep Ramoneda cita en su artículo en El País, "Gestos y principios" a Giorgio Agamben quien define la politica actual como "la gestualidad absoluta". En esto somos precursores: hace tres cuartos de siglo, Felipe Alfau ya escribía: "España, una tierra en la que ni el pensamiento ni la palabra, sino la acción con un sentido -el gesto- se ha convertido en la especialidad nacional". Mucho ha cambiado desde entonces este país en algunos aspectos, pero no en éste; seguimos siendo un país -quiero decir, un paisanaje- al que cuesta muchísimo pasar de anécdota a categoría, soliendo preferir el recorrido contrario y donde, de acuerdo a la máxima de que cada país tiene los políticos que se merece, gozamos de una clase política instalada permanentemente en el gesto mediático. Hace tiempo -tanto que dudo que alguna vez fuera de otro modo- que no escuchamos un debate parlamentario digno de ese nombre, asistiendo, en cambio, a una especie de guiñol de descalificaciones alternas. No me extraña que los guiñoles televisivos desaparecieran, sus guionistas debían sentirse permanentemente superados por la realidad a la que pretendían parodiar. Y como los tiempos actuales se aceleran, los políticos en su afán de síntesis han depurado el gesto: ya estamos en el aspaviento, que aún es más breve y más efectivo ante los medios. Así es que de principios y de análisis ni hablamos.
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