jueves, 11 de febrero de 2010

Aptitud y actitud

Parece que existe unanimidad -sindicatos, empresarios y gobierno- en considerar la competitividad un valor esencial para el logro de una economía sólida, en general, y para la superación de la crisis que sufrimos actualmente, en particular. Y supongo que seguiríamos estando de acuerdo en considerar la formación como una de los pilares de la deseada competitividad. Es decir, la aptitud de los trabajadores es un factor necesario para garantizarla. Necesario, pero no suficiente, pues a menudo se ignora -o se quiere ignorar- la necesidad de otro factor: la actitud, con c. Quiero decir, que ahora que el poder económico pretende -desde diversos frentes- imponer el abaratamiento de los salarios como condición para salir del atolladero en que nos encontramos, hay que explicar que ese abaratamiento de la mano de obra incide directamente -y negativamente- en la pretendida competitividad. ¿Que grado de implicación, de motivación, de actitud, en definitiva, puede esperarse de una persona con formación universitaria que al acceder al mercado laboral obtiene un salario mensual de 500 euros como becario para  -después de algunos años, y con suerte- saltar de contrato en contrato, sin continuidad ni perspectivas de futuro? ¿Que interés por la calidad del servicio de su empresa puede esperarse de una persona contratada para atender un centro de recepción de llamadas telefónicas, conociendo sus condiciones laborales? ¿Que deseo de mejora constante puede albergar una parado de larga duración, mayor de cincuenta años, cuando se ve obligado a aceptar, por necesidad, trabajos alejados de sus capacidades? ¿Que cestos esperamos obtener con tan baratos mimbres?
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martes, 26 de enero de 2010

Cuestión de imagen

Al parecer, en la sección El defensor del lector de El País se han recibido quejas sobre lo crudo y descarnado de ciertas imágenes publicadas en ese medio y referentes a la reciente catástrofe en Haití. Desde esa misma sección se intenta justificar la agresividad de las imágenes aduciendo que "cuando una tragedia afecta a un país pobre, la intensidad de la respuesta humanitaria es directamente proporcional a la cobertura mediática". Pudiera ser. Pero entonces ¿cuales hubieran sido las imágenes adecuadas para mostrar la catástrofe humanitaria en Haití previa al terremoto? ¿Quizá el derribo de cientos de infraviviendas en el suburbio Cité Soleil, en Puerto Príncipe, para ampliar la base militar de la ONU (MINUSTAH)? ¿Haitianos comiendo esas galletas hechas de barro que muchos de ellos -la renta media es aproximadamente un euro al día- utilizan para quitarse el hambre? Reconozco que estas últimas no serían tan impactantes como un polvoriento haitiano surgiendo de los escombros, así es que, sin remedio, y mucho antes de una mínima recuperación de su país, lo único que les quedará a los haitianos será volver a su habitual miseria -ahora recrudecida- en cuanto los fotógrafos occidentales se vayan a documentar otra catástrofe. ¿Darfur, quizá?. Con dos o tres catástrofes tan fotogénicas como la de Haití los occidentales habremos lavado nuestra conciencia este año, e incluso puede que logremos olvidarnos de nuestra crisis.

lunes, 11 de enero de 2010

Virus inteligente

Desde el inicio de la expansión de una nueva cepa del virus de la gripe -finalmente denominada  H1N1- y en relación con la medidas adoptadas por las autoridades sanitarias, hemos podido conocer en los últimos meses opiniones de profesionales sanitarios tanto a favor como en contra de las mismas, las últimas basadas casi siempre en un argumento central: la manipulación informativa de la incidencia real de la pandemia bajo la sospecha de favorecer a los intereses económicos de las multinacionales farmaceúticas. La ministra de Sanidad y Políticas Sociales en una entrevista en El País el pasado 3 de Enero, defiende la proporcionalidad de las medidas coordinadas por su Ministerio, pero, en su propósito de justificar su gestión va un paso más allá, afirmando que "de hecho, el comportamiento del virus y su reacción han sido leves porque teníamos todo previsto para actuar". Esto es nuevo. Si lo he entendido bien, parece que nos encontramos ante un "virus inteligente" que, a la vista de nuestra preparación y millones de dosis de vacuna preparados en su contra, se ha "acongojado" y ha variado su estrategia decidiendo posponer su ataque -el virulento, propiamente dicho-  a la espera de que las vacunas caduquen y poder pillarnos desprevenidos. A todos menos -naturalmente- a las industrias farmaceúticas que, demostrando ser más listas que el virus, seguro que renovarán su negocio ante la menor sospecha de pandemia rediviva.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Matando al mensajero

Parece que el reconocido atraso de la justicia en España no es únicamente de medios -excusa recurrente empleada por los jueces para justificar la escasa calidad de la misma- si no, sobre todo, de mentalidad. Para el juez  que ha condenado a dos periodistas de la cadena SER por el delito de "revelación de secretos", "la protección constitucional al derecho a la información se refiere a los medios de comunicación social (televisión radio o prensa escrita), pero debe matizarse, que Internet, no es un medio de comunicación social en sentido estricto, sino universal". Muy matizador -lástima que viva en otro siglo o en otro mundo- y muy estricto el juez. Sobre todo lo último, habida cuenta lo desmesurado de la condena a dos profesionales que hacían su trabajo dando a la publicidad hechos que la misma sentencia reconoce como noticiables, además de verídicos. Según el juez se puede decir el pecado, pero no el nombre de los pecadores que, en su opinión, es lo que debe continuar siendo "secreto". Para que puedan continuar ejerciendo su derecho a pecar libremente, supongo.
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jueves, 10 de diciembre de 2009

Síndromes


Oí ayer el comentario de Iñaki Gabilondo respecto a la simplificación maniquea en que se ha convertido opinar de la res pública en la actualidad. Basta con adscribirse a una de las dos opciones políticas mayoritarias y, de forma automática, obtenemos el "filtro interpretativo" que nos traduce cualquier aspecto de la realidad, constatando el señor Gabilondo que tan burda simplificación ha sido asumida por todos, lerdos o sapientísimos. Pues sí, en esas estamos, pero tampoco es algo sorprendente; es el resultado natural de una sociedad gestionada políticamente por una partitocracia bifronte en la que hemos delegado nuestra supuesta democracia, que no sólo facilita -entre otros males- la corrupción a todos los niveles, si no que nos tiene sumidos en ésta inanidad acrítica tan útil a los poderes que manejan verdaderamente los hilos: los agentes de los grandes intereses económicos (no hay más que ver la habilidad con que nos están cargando las consecuencias de una crisis de la que son directamente responsables). Tuvimos tal "éxito" -que no se traspapelen las comillas, por favor- en la transición política que, desde entonces y como país, padecemos algo intermedio entre el síndrome del nuevo rico y el del tonto exitoso. Y ya se sabe, un tonto nunca se recupera de un éxito, que dijo Oscar Wilde.

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