Así es, cuando son las 6 y casi un minuto, cualquier reloj digital sin segundero continuará mostrando, recalcitrante, las 6:00 (con segundero también atrasaría, aunque sólo un segundo; por cierto, con los termómetros digitales ocurre lo mismo, pero peor: el tiempo siempre va en un sentido, la temperatura puede ir en los dos); volviendo a nuestro reloj: cuando lo miramos no sabemos si son las 6 y un segundo o las 6 y cincuenta y nueve segundos (aunque la mayoría de las veces esa diferencia es intrascendente). Ello es debido, naturalmente, a que un reloj digital trunca, no redondea los decimales; digamos que la notación digital es una aproximación escalonada -y del tamaño de esos escalones o intervalos depende, precisamente, la calidad de esa aproximación- de una realidad continua, pero siempre con un margen de error igual -como máximo, menos mal- al intervalo o escalón elegido; pues sí, la tecnología analógica mide mejor: es más análoga a esa realidad.
No es que ésto demuestre que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque, a veces, sí. O según para qué.
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