Anda Pedro Sáchez, el presidente del gobierno, cual caballero andante de reluciente armadura en su corcel, rampante en redes sociales, manifestando su horror, dolor e indignación ante las terribles imágenes que llegan desde la localidad
ucraniana de Bucha, señalando que los crímenes de guerra que se
están cometiendo no pueden quedar impunes, confundiendo, una vez más, los verbos poder y deber; porque poder estoy convencido de que pueden (si realmente se han cometido y se averigua quién los ha cometido, que es sabido que en toda guerra la primera víctima es la verdad), aunque no deberían. Y para ello no tiene el señor presidente del gobierno más que recordar nuestra propia historia que, no hace aún un siglo, produjo también terribles imágenes y aunque en aquella época los medios de comunicación no fueran omnipresentes como hoy, han perdurado las suficientes, por más que los hechos que relatan estén sobradamente acreditados. Y para demostrar que los crímenes de guerra sí que pueden quedar impunes debe recordase -de nuevo- que, en efecto, más de 100.000 españoles continúan malenterrados en cunetas, fosas comunes y al pie de las tapias de los cementerios (generalmente en el exterior), sin que, en todo ese tiempo, desde el poder político alguien haya pretendido realmente acabar con la impunidad de los que cometieron aquellos crímenes y, ni siquiera, realizar el acto de justicia de reconocer aquellos hechos -no basta con atestiguar su ilicitud- y paliar de oficio por parte del Estado el dolor de los descendientes de aquellas víctimas; que ha tenido que ser algún sindicato de un país extranjero el que costeara los gastos de exhumación de fosas comunes procedentes de aquellos terribles tiempos, mostrando así mayor sensibilidad que nuestros propios gobiernos democráticos (de uno u otro color político) al respecto.
...y para mí no tengo.
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