jueves, 25 de marzo de 2021

Metafísicamente

Desacostumbrados que estábamos ya a los decires y hablares de Aznar -¿me parece a mí o se le ha momificado definitivamente el labio superior, produciendo un habla propia de quien lleva alguna copa de más?- y a los hablares y decires de M. Rajoy, ambos se manifestaron -por videoconferencia, que parece que aún no siendo ya presidentes de gobierno continúan muy ocupados- en su declararaciones del juicio sobre la caja B del Partido Popular que se celebra en la Audiencia Nacional desde el pasado 8 de febrero; y no he antepuesto el adjetivo supuesta a Caja B -como se suelen hacen con regularidad en los medios- ateniéndome a lo expresado en la sentencia de Tribunal Supremo que ya dió carta de naturaleza y verosimilitud probada a la denonominada contabilidad extracontable -en palabras de Luis Bárcenas- cuando en esa sentencia puede leerse que el Tribunal contó con prueba de cargo válida y suficiente para concluir la existencia de una Caja B del PP

De las declaraciones de Aznar, negando la mayor, poco que añadir salvo que cada vez tiene más reafirmado y concentrado su ego si eso fuera posible; debe tener un ego con una densidad próxima a la de los agujeros negros.

De Rajoy cabía esperar algo más, tal y como nos tenía acostumbrados; así fué. Además de negar, al igual que Aznar -y seguramente por idénticos motivos que él- la existencia de la caja B del PP, añadió, muy florido, que era falso de toda falsedad y, en relación con la destrucción de las pruebas mencionada por Luis  Bárcelas y atribuída al propio M. Rajoy -el triturado de la documentación de la contabilidad extracontable- añadió: es metafísicamente imposible que yo los destruyera; es lo que tiene demostrar tanto énfasis, que acabas  por abandonar la realidad física y entras en la metafísica que, como es sabido -incluso, creo, por el propio señor Rajoy- estudia aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación empírica; Kant afirmaba que las afirmaciones metafísicas son juicios sintéticos a priori, que por principio escapan a toda experiencia sensible. Es decir, que la imposibilidad metafísica a que se ha referido el señor  Rajoy, es del todo improcedente como prueba física en un juicio que, por supuesto, no toma en  consideración pruebas metafísicas (además de que tales pruebas constituirían en sí mismas un oxímoron: las pruebas de algo que no se puede probar). Aunque, por otra parte, puede que eso sea precisamente lo que piensa -o desea, más bien- el señor Rajoy en línea con su enrevesada argumentación sobre que nadie podrá probar que Bárcenas y Galeote no son inocentes, pero ahora para argumentar todo lo contrario a lo que afirmaba en 2009.

jueves, 11 de marzo de 2021

El tsunami murciano

Tanto empeño le ponían en el PP a reseñar -y promover- los desacuerdos entre los miembros de la actual coalición del gobierno de España (el PSOE y Unidas Podemos) que, entretanto, no advirtió que los pespuntes de las costuras en la propia coalición de derechas de su partido con Ciudadanos y Vox en varias Comunidades Autónomas eran de hilo flojo: si se trataba de españolidad anticomunista, desde Vox les rodeaban gritando más fuerte, si se trataba de liberalidad centrista, desde Ciudadanos hacían patéticos alardes para apropiarse de las etiquetas y sobrevivir un día más a su propia extinción; aunque los tres responden a la misma Voz de su amo -los empresarios y el gran capital- en cuanto a intereses a defender, cada uno quiera asegurar su pervivencia política con los recursos que tienen a su alcance. Con absoluta independencia de los intereses de los españoles, desde luego.

El tsunami político iniciado en Murcia llegó poco después a Madrid -como a Castilla y León-  donde juega, además, un papel decisivo el impresionante débito político derivado de la gestión de la pandemia por parte de la presidenta Isabel Díaz Ayuso, para cuya descripción caben todos los calificativos en el arco que va de desastrosa a patética y siempre, siempre, al servicio de intereses empresariales, no los de la mayoría de los madrileños; Gabilondo (o el PSOE, o ambos) ha debido despertar de su letargo y considerar que ya hay -hace tiempo, realmente- suficiente material para una moción de censura al PP, sobre todo si recuerda que su candidatura obtuvo la mayoría de votos en las últimas elecciones; también los ciudadanos deberían recordar que Ciudadanos, que ahora manifiesta su desacuerdo radical con la gestión de Díaz Ayuso, era parte de esa coalición de gobierno en Madrid, con un representante de su partido en la vicepresidencia del gobierno de la Comunidad, Ignacio Aguado -ejemplo perfecto de inanidad política y personal- cuyo acto más celebrado fué la inauguración de dispensadores de gel desinfectante en el Metro de Madrid. Va a resultar que Ciudadanos era, realmente -casi un oxímoron- una ilusión.

Y todo esto en una fecha en la que se conmemoran dos desastres recientes (el 11-M y la declaración de la pandemia de CoVid-19): no es buen augurio para los intereses del PP, con Vox sentado a la puerta de su sede -como el árabe del proverbio- esperando ver pasar cadáveres enemigos (que seguramente no lleguen ni a alcanzar el reposo eterno de una buena tumba y acaben sirviendo de alimento a la hiena).

A todo ésto, la arrojada -o inconsciente-  Díaz Ayuso -para ella siempre es campaña, como para Gelu siempre era domingo- a lo suyo: los madrileños tienen que ser quienes elijan entre socialismo y libertad; ¿el liberalísimo PP (y Vox) contra los socialistas (comunistas y bolivarianos dentro de nada) de Ciudadanos?; para mear y no echar gota, que se decía por estos cascotes mesetarios. ¿No podría crearse un distrito federal -cuando lleguemos a ser una federación- en Toledo o Córdoba (por ejemplo) y descargar a Madrid de la capitalidad de este país de locos? Ya sé que ambas son hipótesis improbables, pero alivia sólo el enunciarlas.