De las declaraciones de Aznar, negando la mayor, poco que añadir salvo que cada vez tiene más reafirmado y concentrado su ego si eso fuera posible; debe tener un ego con una densidad próxima a la de los agujeros negros.
De Rajoy cabía esperar algo más, tal y como nos tenía acostumbrados; así fué. Además de negar, al igual que Aznar -y seguramente por idénticos motivos que él- la existencia de la caja B del PP, añadió, muy florido, que era falso de toda falsedad y, en relación con la destrucción de las pruebas mencionada por Luis Bárcelas y atribuída al propio M. Rajoy -el triturado de la documentación de la contabilidad extracontable- añadió: es metafísicamente imposible que yo los destruyera; es lo que tiene demostrar tanto énfasis, que acabas por abandonar la realidad física y entras en la metafísica que, como es sabido -incluso, creo, por el propio señor Rajoy- estudia aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación empírica; Kant afirmaba que las afirmaciones metafísicas son juicios sintéticos a priori, que por principio escapan a toda experiencia sensible. Es decir, que la imposibilidad metafísica a que se ha referido el señor Rajoy, es del todo improcedente como prueba física en un juicio que, por supuesto, no toma en consideración pruebas metafísicas (además de que tales pruebas constituirían en sí mismas un oxímoron: las pruebas de algo que no se puede probar). Aunque, por otra parte, puede que eso sea precisamente lo que piensa -o desea, más bien- el señor Rajoy en línea con su enrevesada argumentación sobre que nadie podrá probar que Bárcenas y Galeote no son inocentes, pero ahora para argumentar todo lo contrario a lo que afirmaba en 2009.