jueves, 11 de marzo de 2021

El tsunami murciano

Tanto empeño le ponían en el PP a reseñar -y promover- los desacuerdos entre los miembros de la actual coalición del gobierno de España (el PSOE y Unidas Podemos) que, entretanto, no advirtió que los pespuntes de las costuras en la propia coalición de derechas de su partido con Ciudadanos y Vox en varias Comunidades Autónomas eran de hilo flojo: si se trataba de españolidad anticomunista, desde Vox les rodeaban gritando más fuerte, si se trataba de liberalidad centrista, desde Ciudadanos hacían patéticos alardes para apropiarse de las etiquetas y sobrevivir un día más a su propia extinción; aunque los tres responden a la misma Voz de su amo -los empresarios y el gran capital- en cuanto a intereses a defender, cada uno quiera asegurar su pervivencia política con los recursos que tienen a su alcance. Con absoluta independencia de los intereses de los españoles, desde luego.

El tsunami político iniciado en Murcia llegó poco después a Madrid -como a Castilla y León-  donde juega, además, un papel decisivo el impresionante débito político derivado de la gestión de la pandemia por parte de la presidenta Isabel Díaz Ayuso, para cuya descripción caben todos los calificativos en el arco que va de desastrosa a patética y siempre, siempre, al servicio de intereses empresariales, no los de la mayoría de los madrileños; Gabilondo (o el PSOE, o ambos) ha debido despertar de su letargo y considerar que ya hay -hace tiempo, realmente- suficiente material para una moción de censura al PP, sobre todo si recuerda que su candidatura obtuvo la mayoría de votos en las últimas elecciones; también los ciudadanos deberían recordar que Ciudadanos, que ahora manifiesta su desacuerdo radical con la gestión de Díaz Ayuso, era parte de esa coalición de gobierno en Madrid, con un representante de su partido en la vicepresidencia del gobierno de la Comunidad, Ignacio Aguado -ejemplo perfecto de inanidad política y personal- cuyo acto más celebrado fué la inauguración de dispensadores de gel desinfectante en el Metro de Madrid. Va a resultar que Ciudadanos era, realmente -casi un oxímoron- una ilusión.

Y todo esto en una fecha en la que se conmemoran dos desastres recientes (el 11-M y la declaración de la pandemia de CoVid-19): no es buen augurio para los intereses del PP, con Vox sentado a la puerta de su sede -como el árabe del proverbio- esperando ver pasar cadáveres enemigos (que seguramente no lleguen ni a alcanzar el reposo eterno de una buena tumba y acaben sirviendo de alimento a la hiena).

A todo ésto, la arrojada -o inconsciente-  Díaz Ayuso -para ella siempre es campaña, como para Gelu siempre era domingo- a lo suyo: los madrileños tienen que ser quienes elijan entre socialismo y libertad; ¿el liberalísimo PP (y Vox) contra los socialistas (comunistas y bolivarianos dentro de nada) de Ciudadanos?; para mear y no echar gota, que se decía por estos cascotes mesetarios. ¿No podría crearse un distrito federal -cuando lleguemos a ser una federación- en Toledo o Córdoba (por ejemplo) y descargar a Madrid de la capitalidad de este país de locos? Ya sé que ambas son hipótesis improbables, pero alivia sólo el enunciarlas.

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