Tanto
el presidente del gobierno, como la vicepresidenta y el ministro de
Economía aseguraron hace un par de años, de forma explícita, que el
rescate bancario no nos iba a costar un euro a los ciudadanos; lo
repitieron tanto que es muy posible que alguien acabara creyéndolo. Hoy
sabemos que la factura del dinero inyectado a la banca y no recuperable
asciende a más de 26.000 millones de euros y, desde luego, no se prevé
que sea la cifra final. Sólo Catalunya Banc se ha llevado puestos -antes
de que el BBVA nos hiciera el favor a todos los españoles de
comprarlo por 600 millones de euros- unos 12.000 millones de euros; para hacernos una idea, el
equivalente a los recortes en Sanidad y Educación en 2013.
Pero,
según el señor ministro de Economía, al consolidar el sistema bancario
español nos hemos ahorrado unos 40.000 millones de euros al bajar el
interés de la deuda pública; tenemos que estar contentos. Aunque, no sé
porqué, ésto me recuerda a la Inquisición cuando torturaba y
churruscaba los cuerpos de los herejes con la vista puesta en el
objetivo final: salvar su alma.
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