Fernando Savater afirma hoy en un artículo en El País -Los colegas de 'Mad Max'- que la llamada Ley Sinde tiene la batalla perdida con la opinión pública porque, en primer lugar, a todos nos gusta coger (también en la acepción sudamericana de la palabra) sin pagar, lo gratis total. Y añade, por si no lo habíamos entendido:"si los Rolex pudieran bajarse de Internet, nadie pisaría una relojería". En mi caso, señor Savater, las pocas veces que he pisado una relojería tampoco lo han sido con el propósito de comprarme un Rolex, pero si realmente los Rolex pudieran bajarse de Internet - gratis- seguramente tampoco me lo bajaría, me gustaría llevar algo más exclusivo, algo así como un reloj de plástico de 10 euros y no un Rolex que llevaría todo el mundo. Que soy muy elitista, vaya. Resulta pues, que por tan inesperado camino podríamos llegar a entender uno de los puntos decisivos en el tema de las descargas (y de aplicación general en la vida): la distinción entre valor y precio. Porque nadie sensato discute el derecho del creador a una retribución justa por su trabajo; el problema viene cuando cada uno -comprador y vendedor- interpreta o estima cuanto es lo justo. Y no se preocupe usted por esos artistas resentidos -no rentables, en sus palabras- que desean la desgracia de autores consagrados y por el imposible deseo de democratización de las artes creativas; está claro -como decía el hombre de negro de Mingote- que, en cualquier caso, usted irá al cielo.
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