En cada uno de nosotros, hurgando lo suficiente, es posible encontrar aristas, carencias, puntos negros. Lo que distingue a este respecto a los representantes de la derecha en este país es lo poco que hay que arañar en su superficie para llegar a su heredada prepotencia, a su genética falta de respeto por cualquiera que no sea "de los suyos", de su clase. Y cuan delicado es su barniz democrático, ese disfraz que han de llevar de continuo y que tanto se nota que les incomoda. Ayer, el señor Rajoy expresó en voz alta -y colérica- su convencimiento de que la mitad -la otra, claro- de la cámara de representantes políticos de los españoles no sabía leer. Para añadir, a media voz -pero audible en el revuelo formado- "¡que gente!", constatación de lo poco que -en el fondo- hemos cambiado en un siglo, cuando Unamuno decía: "que país, que paisaje, y que paisanaje", o Machado: "en España, de diez cabezas, hay una que piensa y nueve que embisten". Y eso que el señor Rajoy también se ha referido en ocasiones a los suyos (el PP) como una "tropa" que no hace más que amargarle su diaria y placentera lectura del Marca. Que él si sabe leer.
No hay comentarios :
Publicar un comentario