Lo imposible se vuelve, muy poco a poco, inevitable dejó escrito Juan Larrea. Como es un signo de estos tiempos su aceleración, bien podríamos eliminar lo de muy poco a poco y dejar el verso en el destilado lo imposible se vuelve inevitable para intentar explicar, por vía sintética, la crisis que padecemos.
Imposibles de hace apenas un año: nacionalización de la banca (y bancos deseando ser nacionalizados), previsible colapso de la sociedad capitalista (no sólo en sus aspectos económicos), economía de libre mercado como sinónimo de anarquía económica (y social)....
Una suposición inicial del marxismo es que el ser humano es esencialmente conservador. A nadie, ni a los más pobres -desfavorecidos, en lenguaje capitalista- les gusta la idea del cambio. Incluso ellos hasta ayer creían que la economía de mercado funcionaba y que podría beneficiarles. Pero el marxismo explica la historia en base a que cíclicamente se produce una crisis que incapacita a los dirigentes de turno para reaccionar de forma efectiva, acostumbrados como están a gestionar lo cotidiano desde el inmovilismo y en preservación de intereses establecidos, y a los cuales la crisis suele barrer como un tsunami, inmortalizando su expresión de pasmo. Podríamos decir que, superado su límite de elasticidad, se quiebran.
Sin pretender ser alarmista, un análisis frío de los acontecimientos actuales indica que nos aproximamos a una de esta crisis y, dadas la ya mencionada aceleración histórica y la globalidad en que nos movemos, para mañana y para todos.
Otro imposible de hace bien poco: el marxismo.
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