miércoles, 2 de marzo de 2011

Sorprendente

En la sorprendente peripecia política protagonizada por Adolfo Suárez parece ser que éste se creyó, al final de la misma, socialdemócrata además de centrista, y de ahí la denominación de su último proyecto político: Centro Democrático y Social. Pero más sorprendente resulta en la actualidad el empeño del PP en convertirse en el partido de los parados, pensionistas y trabajadores, llegando al punto en que Mariano Rajoy ha reclamado para la ideología que representa su partido la creación del Estado del Bienestar, nada menos. Habría que recordar que el Estado del Bienestar -en su concepto actual en Europa- es el resultado de un gran pacto social entre el reformismo socialdemócrata, los sindicatos, el socialismo cristiano y los grandes intereses económicos y empresariales con el objetivo de lograr la estabilidad necesaria para una recuperación social y económica tras la Gran Depresión de 1929 y la segunda guerra mundial. También habría que recordar que por aquél entonces en España estaba instaurada una dictadura como producto de una guerra civil que cercenó de raíz la posibilidad de cualquier pacto social y cuya apariencia formal tardía fue la de una "democracia orgánica" aceptada por todos como una farsa inevitable y en la cual la democracia cristiana -cuyo patrimonio y el de los liberales reclama ahora el PP- no pasaba de ser el límite de lo admisible como tendencia o "sensibilidad" política dentro de un régimen dictatorial cuya esencia y principios también han heredado en el PP, aunque de ésto no presuma el señor Rajoy. Pero es lo que tiene la época de elecciones, que casi todo vale, incluso el lema Puedes confiar (copia directa del utilizado por Emma Bonino en Italia en 2010). Y para los que -a pesar de todo- confíen, que no se asusten si el PP decide cambiar sus siglas por las de PPPT (Partido del los Parados, Pensionistas y Trabajadores): es sólo para ir sobre seguro en las elecciones.

viernes, 25 de febrero de 2011

Radicalismo y adanismo

El expresidente del Gobierno José María Aznar ha declarado que el "radicalismo ideológico aplicado con una buena dosis de adanismo frívolo" por parte del gobierno actual ha llevado a Europa a observar a España con recelo y perplejidad y a considerarla "un riesgo sistémico". Hablar por no callar. ¿Radicalismo ideológico? El propio Rodríguez Zapatero se considera ideológicamente a sí mismo  como un "demócrata social" que todo el mundo entiende que es varios puntos menos radical que un socialdemócrata. Pero por si las  autodenominaciones no fueran muy fiables, ahí tenemos sus últimos recortes sociales a trabajadores, parados, pensionistas y dependientes por mandato imperativo de "los mercados", implantando políticas que poco han diferido de las que habría seguido el PP de estar en el poder. ¿Adanismo frívolo?. Es usual en este país, a nivel general, que un recién llegado a ciertos niveles de responsabilidad crea que posee en su cerebro mágicas soluciones en las que nadie nunca había pensado antes, tirando a la basura -casi siempre sin mirarlo- el trabajo de su predecesor en el cargo. Aún recuerdo cuando el señor Aznar, en los tiempos previos a su llegada al poder, tildaba de "pedigüeño" a Felipe González en su solicitud de los fondos de cohesión europeos para España. El señor Aznar hizo lo propio en cuanto pudo, no sé si de forma más adanista que frívola o viceversa, pero, en todo caso bastante soberbia, presumiendo reiteradamente de que el crecimiento de España estaba por encima del de los países más desarrollados de la Unión Europea, incluyendo a Francia y Alemania. A partir de entonces Alemania comenzó a defender, lógicamente, la posición de retirar las ayudas comunitarias a España -ya que estábamos tan sobrados- para dárselas a otros países más necesitados. Riesgo sistémico -y endémico, desgraciadamente- es el que representa el señor Aznar para España cada vez que abre la boca para esparcir su sabiduría

jueves, 24 de febrero de 2011

El 23-F

Es sabido que la historia la escriben los vencedores. Los historiadores, sí, aportan documentos y analizan y explican porqué vencieron los vencedores o, si no queremos ser tan maniqueos, porqué pasó lo que pasó. Sobre la intentona golpista del 23F en la que anualmente la clase política se autohomenajea -este año más, al cumplirse los 30- siempre me he preguntado si hay para tanto. La obra Anatomía de un instante de Javier Cercas -a medio camino entre el ensayo histórico y el retrato psicológico- nos muestra el complejísimo entramado que era España en los comienzos de 1981 y las tensiones a las que estaba sometido este país, y como en ese escenario todos -partidos, el Ejército, agentes sociales, organizaciones sindicales y empresariales y la propia Corona- habían contemplado un variado conjunto de soluciones antidemocráticas que iban desde golpes blandos a el tradicional golpe de Estado para acabar finalmente en un gobierno de concentración nacional bajo una autoridad militar. La misma sociedad española, la que salió dos días después a la calle para celebrar el triunfo de la democracia y el fracaso del esperpento de Tejero, hubiera aceptado sin mayor inconveniente la instauración de un gobierno de salvación por el procedimiento que fuera. Todos apoyaban directa o indirectamente algún tipo de solución obviando los procedimientos democráticos recién instaurados. Todos salvo Adolfo Suárez, Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, curiosamente los mismos que no cumplieron la orden de los golpistas de arrojarse al suelo en el Congreso de los Diputados. Ellos y los Secretarios y Subsecretarios de Estado que mantuvieron la legalidad mediante un gobierno alternativo al secuestrado en el Congreso serían los únicos merecedores de homenaje.

martes, 22 de febrero de 2011

Otra monserga

Escribe Fernando Savater en un artículo en El País -Monsergas- que "las disposiciones de la ley Sinde son sólo un vacilante comienzo, que mañana puede y debe verse ampliado por una ley de la propiedad intelectual y otras medidas". Y yo me pregunto si no sería mejor ahorrarnos a todos la vacilación de los comienzos y pasar directamente a la elaboración de una ley -justa, a ser posible- que tuviera en cuenta tanto los legítimos derechos de los autores como los de los compradores de sus obras, evitando la voracidad de los intermediarios y gestores de los derechos -que poco o nada aportan al proceso- siendo algo que las actuales tecnologías permiten hace tiempo. Un famoso cantante -y conocido por la defensa de la persecución de las descargas en Internet- ha retado al escritor Juan Gómez-Jurado a sobrevivir en el mundo de las descargas de Internet. Este escritor ha aceptado  la apuesta, y el mismo ha facilitado el procedimiento para la descarga en Internet de un libro suyo -un "bestseller" del que ya había vendido más de un millón y medio de copias en 45 países- con una sola recomendación: "si os mola el libro donad un euro a Save the Children". En un sólo día se recaudaron por este procedimiento 20.000 euros para esa ONG.
Según el señor Savater " el discurso de Alex de la Iglesia la noche de los Goya fue irrefutable, porque nos dijo enfáticamente lo que ya sabíamos y calló sobre lo que quisiéramos saber". No sé si dentro de esto  último incluye casos como el mencionado que, en todo caso, él propio Gómez-Jurado ha resumido diciendo "creo que el objetivo que me propuse está cumplido, que era demostrar que la gente es buena y que Internet es algo más y mejor que una cueva de ladrones". Porque, efectivamente, en la sociedad hay ciudadanos buenos y malos. O sea, que también los ladrones están repartidos.

Verdades y falacias

A cuenta de la supuesta broma de Francisco Rico cuando este concluía su artículo contra la ley antitabaco con la contundente postdata "no he fumado un cigarrillo en mi vida", y que ha generado una prolongación del debate entre la defensora del lector, Milagros Pérez Oliva y Javier Cercas, este último afirma que "que la validez de un argumento es independiente de quien lo esgrime: dos más dos son cuatro independientemente de que quien lo afirme sea matemático o torero", una actualización de la frase "la verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero". Y creo que tiene razón. Tanta como si dijera "una falacia es una falacia, la diga quien la diga". Porque es notable la tendencia que recientemente vengo observando en figuras de reconocido prestigio intelectual, a los que se le supone formación, criterio y objetividad por encima del ciudadano común, en su desinhibida capacidad en enhebrar un desatino tras otro en lo tocante a la ley antitabaco -sobre todo si son fumadores- gracias a una utilización intensiva del argumentum ad verecundiam y falacias sucesivas. Y es que lo que todos ellos pretenden es, precisamente, utilizar el prestigio de su nombre para validar los argumentos -a veces pobrísimos- que utilizan, como una renovada forma del argumento de autoridad. En todo caso, señor Cercas, por bajar a lo concreto desde el Olimpo de las grandes ideas, podríamos poner un ejemplo respecto a la dependencia real que existe entre ciertos argumentos y quien los esgrime: Franco describía su régimen como una democracia -eso sí, orgánica- en este país. Mientras, en esas mismas fechas, De Gaulle -por hablar de otro militar ejerciendo de político- hacía lo mismo en Francia. ¿Hablaban de lo mismo, o era más verdad en un caso que en otro?