martes, 7 de junio de 2016

Lágrimas y sudor, de momento

Sangre, sudor y lágrimas fué todo lo que Winston Churchill prometió a los ingleses al ser nombrado presidente del gobierno del Reino Unido al principio de la segunda guerra mundial.
Albert Rivera empezó temprano por el final, que aparenta ser más fotogénico: el hambre y privaciones de los venezolanos le hicieron llorar (aunque tampoco tenía necesidad de haber cruzado el Atlántico, aquí tenemos suficientes motivos para el llanto).
Peor ha sido lo del sudor:  Juan Carlos Girauta, portavoz del grupo parlamentario de Ciudadanos en el Congreso de los Diputados, ha acusado a Jordi Évole de apagar el aire acondicionado durante el debate que Albert Rivera mantuvo con Pablo Iglesias en la Sexta, lo cual hizo sudar a Rivera casi tanto como José Antonio Camacho en el mundial de fútbol de Corea.  Que Pablo Iglesias también sudara -aunque dicen que el color de su camisa lo disimulaba- no es impedimento para que Girauta haya deducido que Jordi Évole no fué imparcial en el cara a cara: que radicales y comunistas suden debe considerarlo Girauta (que en el pasado también militó en la Joven Guardia Roja, en el PSOE y en el PP) como parte del atrezzo propio del rojerío, otra cosa es que un señorito sude, y sin un gin-tonic a mano; eso siempre desluce la imagen de un super-centrista.
En todo caso, espero que no se llegue -para nadie- a la fase de la sangre: bastante es con que estén todos los candidatos deshidratados a casi veinte días de las elecciones (no puedo dejar de visualizar el andar prisillas de Rajoy, y los consiguientes sudores que debe producirle). Con los calores que se pronostican para este mes, ya entrando el verano. Y Pedro Sánchez en Sevilla, hoy que están allí a 37º C (y de que también está allí, además, Susana Díaz).

lunes, 6 de junio de 2016

El Gran Impostor

Ganar es una aspiración legítima de los partidos democráticos; el problema es que desconocemos los verdaderos planes del magma populista y radical formado por Podemos e IU; no deja de ser triste comprobar la inequívoca deriva -o el descubrimiento del verdadero rostro- de El País, a cuyo editorial, Una gran impostura, del 5 de Junio pasado, pertence la cita del párrafo inicial, del cual se deduce que ellos -al menos la dirección de ese diario- sí conoce los verdaderos planes del resto de las fuerzas políticas: PP, PSOE y Ciudadanos; es decir, los presuntos implicados en el Gran Plan, o sea, la Gran Coalición. Todo lo que quede fuera de ese Gran Plan pertenece, para El País,  al magma populista, es decir, a las tinieblas exteriores de Mordor, el País Negro.
El País -blanco-  ha tomado para sí la responsabilidad de señalar a los electores los riesgos que entraña la operación en marcha para deprimir al centroizquierda para hacerle frente con arrojo. Concluye el arrojado editorialista de El País: Se quiere convencer a esa gran mayoría situada en las zonas ideológicas templadas de que no hay más alternativa que el PP o Podemos, cuando no es cierto. Esa impostura puede costarle muy cara a la sociedad española.
Que, si hubiera impostura, ¿quien cree El País que es responsable de ella?, ¿no será el propio PSOE el que defendiendo -sólo de boquilla y sólo antes de citas electorales- los presupuestos socialdemócratas, pero aplicando siempre que gobierna políticas neoliberales apenas disimuladas, es, desde hace décadas, el Gran Impostor?

domingo, 5 de junio de 2016

Finiquitando

Según Dolores Cospedal, los españoles podemos elegir entre dos tipos de gobierno en las próximas elecciones: gobiernos moderados, racionales, que miran al futuro, que no quieren estar todo el rato mirando al pasado, viviendo de la división y de la confrontación... y me he quedado sin conocer la alternativa a un gobierno tan buenísimo. Que, claro, para qué. O sea, que borrón y cuenta nueva, mirando a un futuro prometido -de nuevo y por enésima vez- por el PP y sin que nadie recuerde el expolio a que algunas formaciones políticas han sometido a los fondos públicos en el pasado, sin divisiones, continuando la multiplicación de las posibilidades de corrupción; todos unidos, sin confrontación, en la inevitable -para algunos- Gran Coalición.
Según la secretaria general del PP: Podemos evitar que la radicalidad y el extremismo se apropien de España entera. Que, conociendo la facilidad de palabra contando milongas de la poseedora del copyright de la  famosa explicación del finiquito en diferido de que fué objeto Luis Bárcenas, hubiera resultado divertido oírla decir: Podemos evitará que la radicalidad y el extremismo se apropien de España entera. Que no hubiera sido otra cosa que justicia poética.
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P.S.
Finiquitar (nueva definición): se acabó (fini) el robar (quitar).

Para evitar tropezones

En  un vídeo electoral del PP ante las próximas elecciones, un corredor supuestamente anónimo, alguien que pasaba por allí -en realidad Juan Parejo, vicesecretario de Organización del PP de Extemadura- felicita a Mariano Rajoy por su buen ritmo cuasimarchista. En el mismo vídeo Rajoy nos  confiesa: siempre he preferido caminar rápido a correr; caminar rápido es mi manera de alcanzar los objetivos. Porque cuando no corres, tienes menos posibilidades de tropezar. Lástima que ésta estrategia segurona tenga, como inconveniente llegar más tarde y, en todo caso, no garantice la ausencia de tropezones: en la política -como en la vida- los tropezones tanto pueden producirse por acción como por omisión. Es cierto que lo segundo es más descansado -y conveniente, tras la cuasimarcha-  y permite, mientras, leer el Marca.
Tras ésta lección del manual de filosofía  mariana sobre como evitar tropezones corriendo, Rajoy insiste -no tiene hartura- en vendernos que más vale lo malo conocido, es decir, el PP y él mismo, que lo bueno por conocer: extremismos, radicalismos y populismos; o sea, que no vayamos a tropezar.
Así es Mariano Rajoy, con sus platos, sus vasos, sus máquinas que fabrican -o no- máquinas, sus vecinos, sus alcaldes, en definitiva, con sus españoles muy españoles y mucho españoles. Y, a ser posible, también bastante lelos; al menos lo suficiente como para evitar correr por no tropezar. O votar al PP por lo mismo.

miércoles, 1 de junio de 2016

Ideologías peligrosas

El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares (que, por si no fuera de general conocimiento, recuerdo que ha ocupado el cargo más alto en la jerarquía de la iglesia católica en España), sabe -y nos lo ha dicho- cual es la ideología más insidiosa y destructora de la humanidad en toda su historia. Ya está otra vez la iglesia católica asustando con el comunismo, habrá pensado más de uno. Pues no, el cardenal se se refería a la ideología de género que, según él, tratan de imponernos poderes mundiales más o menos solapadamente con legislaciones inicuas, que no hay que obedecer. Yo, que no tenía noticia siquiera de que el género tuviera ideología, he tenido que recurrir a la sabiduría del papa emérito, Benedicto XVI, para saber a que se refiere el cardenal Cañizares: con la ideología de género el hombre moderno pretende librarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo: se considera un ser autónomo que se construye a sí mismo; una pura voluntad que se autocrea y se convierte en un dios para sí mismo. Así es, para el cardenal Ratzinger, peor que el ateísmo y que el materialismo resulta una ideología que pretende la igualdad de hombres y mujeres con independencia de sus diferencias fisiológicas y que defiende igualmente que cada ser humano tiene el derecho a decidir su propia orientación sexual. Como los textos en que el cardenal Ratzinger diserta sobre la ideología de género resultan de nomenclatura algo arcaica -de hecho, habla de creaturas para referirse a personas- en el mismo sitio web reseñado nos lo explican: es una ideología (es decir, es un sistema de pensamiento cerrado) que defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer, a pesar de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son unas construcciones meramente culturales y convencionales, hechas según los roles y estereotipos que cada sociedad asigna a los sexos. Que se mencione, para empezar, que la ideología de genero es una ideología cerrada y que no se puede dialogar con los que la defienden, no deja de ser un rasgo de humor -negro, evidentemente-, viniendo de quien viene. Y, sobre todo, una ideología no es un sistema de pensamiento cerrado, sino el conjunto de ideas fundamentales de una persona, una colectividad o una época, según una definición más aceptable. 
En todo caso, me ocurre lo mismo que al burgués gentilhombre de Moliere, que llevaba más de cuarenta años hablando en prosa sin saberlo: yo llevo siendo ideólogo de género aproximadamente los mismos años y también sin enterarme. Con el peligro que, al parecer, esa ideología encierra. 
Aunque, la verdad, a mí más peligrosa me parece la apelación del cardenal Cañizares a los católicos para que desobedezcan las leyes que consideren injustas (en éste caso, la vigente Ley Orgánica 3/2007): no podemos someternos a una mentalidad inspirada en el laicismo, tampoco en la ideología de género porque -según el cardenal- ambas ideologías llevan gradualmente, de forma más o menos consciente pero certera a la restricción de la libertad religiosa hasta promover un desprecio o ignorancia de lo religioso. Que era lo que, posiblemente, quería demostrar: empiezas por no distinguir entre sexos y acabas por no creer en Dios. O viceversa. Pero en el entramado de sus argumentos me he perdido: será el incienso, que siempre me ha mareado bastante.