jueves, 10 de noviembre de 2011

Pepito Grillo

En el debate a cinco televisado ayer, Gaspar Llamazares, cual Pepito Grillo instalado -no sé si intencionadamente- en el centro de una mesa semicircular, reiteraba con un temblor en la voz posiblemente achacable tanto a la indignación como a los nervios, los hechos que constituyen la evidente realidad de las consecuencias de la crisis en este país. Básicamente, ajustes que implican recortes en los servicios públicos esenciales y, simultáneamente, mayor enriquecimiento de los ricos, los bancos, el gran capital -por partida doble, defraudando y beneficiándose de exenciones- que vé en esta crisis una oportunidad irrepetible de "hacer negocio" a costa de  las penurias de los más desfavorecidos. No recuerdo que ninguno del resto de los intervinientes desdijera lo fundamental de su exposición, a lo más, un Jaúregui doctoral le dijo que simplificaba los problemas. Pero a veces la realidad es muy sencilla, sólo se necesita la voluntad de entenderla. En general, como admiten los científicos, si un modelo teórico es sencillo tiene más posibilidades de ser cierto. No parecían de esa opinión el resto de los contertulios, empeñados en asumir -como abducidos por el Gran Pensamiento Unico- la inevitabilidad de ajustes y recortes y como priorizarlos.

Los principios de la propaganda

Después de varias campañas electorales y del modo que el PP elabora sus mensajes-píldora, les imagino como devotos seguidores de los once principios de la propaganda, atribuidos a Goebbels. Cada una de las figuras y portavoces de ese partido tiene principios favoritos, claro está; por ejemplo, Mariano Rajoy utiliza intensivamente el Principio de la Unanimidad, intentando convencer a la audiencia de que lo que él expone es "lo que piensa todo el mundo", con el objeto de crear una falsa impresión de unanimidad. Pero en lo que todos en el PP coinciden es en la utilización de los Principios de orquestación y de vulgarización. Este último se basa en simplificar el mensaje hasta niveles básicos, optimizando su rendimiento ante grandes audiencias, algo así como el máximo común divisor de los mensajes a las masas; será por ello que este principio funciona muy bien con ejemplos numéricos.
En el debate a cinco televisado ayer, el señor Gallardón volvió a repetir aquello de que con los gobiernos del PP ocho de cada diez empleos creados en Europa lo fueron en España,y que bajo los gobiernos del PSOE, ocho de cada diez nuevos parados en Europa, también lo han sido en España. Así de sencillo; se le notaba encantado con lo inapelable del enunciado, con su simetría especular; para qué entrar en detalles. Pero los detalles, a veces, son decisivos. Que muchos de los empleos mencionados fueran el alimento de una burbuja inmobiliaria que al final nos explotó en el peor momento, sumándose a la crisis global, y que, en consecuencia, fuera el origen de muchos de los parados mencionados en la segunda parte de su frase, no le pareció reseñable. En fin, para "problemillas" como ese viene muy bien el Principio de la orquestación, que supone que si una mentira se repite suficientemente, acaba por no distinguirse de la verdad.

martes, 8 de noviembre de 2011

La insoportable levedad de lo obvio

Ya se ha señalado el carácter alambicado en la redacción y ambiguo en el significado de gran parte del programa de gobierno que finalmente ha sacado a la luz pública el PP. Sin embargo creo que es mucho mayor el porcentaje de obviedades esparcidas con generosidad a lo largo y ancho del texto que he tenido la paciencia -y la voluntad- de leer.  Alguien me enseñó que un método eficaz para sobrellevar los mensajes políticos es desconectar en cuanto se observe que lo contrario de lo transmitido es totalmente descartable, es decir, cuando se estén escuchando manifiestas obviedades. Pues aquí van algunas de las perlas extraídas del programa del PP: "Afrontar un nuevo embate de la crisis con el 22 por ciento de paro no es lo mismo que hacerlo con el 10 por ciento", "Tenemos que recobrar el buen gobierno y la confianza en las instituciones", "Aspiramos a mejorar la política y fortalecer las instituciones", "Hay que actuar con decisión y coherencia". Y éstas pertenecen únicamente al prólogo denominado "Más sociedad y mejor gobierno". ¿Quien opina lo contrario?, ¿alguien quiere el mal gobierno, la desconfianza en las instituciones, empeorar la política, que se actúe incoherentemente o de forma indecisa?, o ¿menos sociedad y peor gobierno?. Pues eso.

La piedra filosofal

En el debate entre Rubalcaba y Rajoy, éste último repitió unas cuantas veces su fórmula para la solución global de los problemas que padecemos: ha de crearse empleo para que todos tengamos dinero que gastar, reactivar la economía por un aumento de la demanda y que el Estado pueda, vía impuestos, obtener fondos para pagar los servicios públicos. ¿La piedra filosofal o un cuento de la lechera macroeconómico?. En realidad es otra versión de la tesis tan cara a los neoliberales de que una vez ahíto el gran capital, con las migajas nos podemos alimentar todos. No hay contraste real de que esto haya sido cierto nunca, la voracidad infinita es consustancial al capitalismo y, salvo el paréntesis de la época posterior a la segunda guerra mundial donde un pacto temporal entre las fuerzas capitalistas y los trabajadores dieron lugar en Europa al modelo del Estado del bienestar, el capitalismo ha ido tensando cícilicamente la cuerda hasta romperla en sucesivas ocasiones a lo largo de la historia.
Porque lo que se deducía de la exposición del señor Rajoy -aunque eso no lo dijo- es que para echar a rodar esa rueda de la fortuna -la creación de empleo- lo primero es que los empresarios -ahora se denominan emprendedores, que debe ser más meritorio- fijen las condiciones que ellos crean necesarias para poder invertir su dinero, varias de las cuales ya las han apuntado y están en la mente de todos. Condiciones que implican, de hecho, el desmontaje del Estado del bienestar tal y como lo conocemos, o en final del "café para todos" en expresión coloquial del vicepresidente de CEOE, utilizando sus conocimientos en el sector de la hostelería. No sé si el señor Rajoy dictaminaría que esta deducción es una insidia o un juicio de intenciones por mi parte, como ayer le espetó al señor Rubalcaba, pero yo creo que es la aplicación del puro sentido común, ese tan valorado por el propio señor Rajoy.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Un rebaño feliz

El señor Mariano Rajoy está seguramente imbuido de esa esencia tan racial que supone "sostenella y no enmendalla", y así, como cuando sacó con reiteración a pasear a aquella niña que provocaba en muchos bastante vergüenza ajena, persiste -con la que está cayendo y los nubarrones que se divisan- en querer hacer llegar la felicidad a todos los españoles, y ha cerrado uno de sus discursos de campaña animando de nuevo a los asistentes "a ser felices". Si la felicidad es la ausencia del dolor, tal y como se recordaba en la antigua publicidad de un analgésico, parece que el señor Rajoy se ha empeñado en repartirnos una píldora a cada uno; al menos a cada uno de los votantes del PP. En ese loable deseo, puede estar tranquilo el señor Rajoy, en el generalmente admitido supuesto de que los tontos son los más felices, seguro que cumplimos la cuota, si creemos con Baltasar Gracián que "son tontos todos los que lo parecen y la mitad de los que no lo parecen". Aunque más bien creo que lo que pretende con su píldora es volvernos al "estado natural", en el que tal como un animal o un niño, seamos todos buenos, ignorantes y felices, sin hacernos muchas preguntas, que para eso ya están los estadistas, como él. Que formemos todos una buena masa de votantes acríticos, de borregos en perfecto rebaño, como ya una vez aconsejó para el PP el políticamente desaparecido señor Pizarro.