lunes, 25 de diciembre de 2017

Todos

Todos aquellos que ignoran la historia están condenados a repetirla, que no por reiterada hasta convertirla en tópico retórico, la frase deja de tener un sentido profundo; si en 1923 el jefe del Estado español comenzó el proceso de liquidación de la denominada Restauración como régimen político, es muy posible que el jefe del Estado español actual, bisnieto -y no por casualidad-  de quien ejercía el cargo entonces, puede que haya cometido un error similar el pasado 3 de Octubre y comenzado el desmantelamiento de ésta segunda Restauración: ésto es, haber dejado de ser -esencialmente  por decisión propia- jefe del Estado de todos los españoles, al refrendar, con sus palabras, al partido en el gobierno  durante la grave conmoción institucional que ha sufrido el propio Estado con motivo de la crisis en Cataluña, olvidando algo tan esencial como que si a los partidos se les denomina así, por algo será. Ha debido entenderlo -y reconocerlo internamente, al menos- el propio Felipe VI cuando en el tradicional discurso de Nochebuena ha expresado reiteradamente su convencimiento de que todos los españoles son España (!!) -la historia de la España que juntos hemos construido es la historia de un gran triunfo de todos los españoles- algo radicalmente distinto de la consideración de que parte del Estado -la Generalidad de Cataluña era y es eso, como él mismo ya reconocía en su discurso de Octubre- hubiera demostrando una deslealtad inadmisible hacia los poderes del Estado (de otra parte del Estado, en todo caso). Es evidente que en aquella ocasión el jefe de todo el Estado ejerció como juez -admisible e incluso deseable- y, sin embargo, también como parte -indeseable e inadmisible- al manifestar que en Cataluña también hay mucha preocupación y gran inquietud con la conducta de las autoridades autonómicas, siendo así que, además de representar  esas autoridades al propio Estado en Cataluña, eran autoridades gracias a elecciones regidas  por las legales normas democráticas establecidas y que, con sus manifestaciones, él se convertía en portavoz de una parte del Estado o, más concretamente, del gobierno.
Tras éste último intento -ignoro si eficaz- de hacer que todos olvidemos su manifiesta parcialidad de hace tres meses, dedicándose ahora, fundamentalmente, a alabar el trabajo de todos los españoles de todas las formas posibles -que yo me pregunto por el sentido de dirigirse a un pueblo tan excelente y si no sería mejor no interferir en esa excelencia- fuése y no hubo nada, como en el soneto de Cervantes; como es habitual, por otra parte (me ha sido difícil elegir una imagen para acompañar éste texto, sólo gracias a la variación en el color de la corbata he podido encontrar la de éste año)....sí, éste país necesita un buen desatranque.

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