El señor presidente del gobierno ha tenido a bien informar a los españoles de que tomará las decisiones que tenga que tomar -por el bien de España, naturalmente- aun cuando hubiera prometido todo lo contrario. Dejando a un lado el hecho de que las decisiones que él pueda tomar no son únicas -decidir significa elegir entre varias alternativas- si no que responden a una postura política y a una priorización de intereses, es que, si admitimos de antemano un margen de maniobra discrecional tan amplio cabe preguntarse entonces ¿para qué programas políticos?, ¿para qué partidos?, ¿para qué democracia?, ¿para qué elecciones?. Bastaría en ese caso que un "cirujano de hierro" -tal y como proponía Joaquín Costa a finales del siglo XIX- ocupara el poder y operara al enfermo como creyera oportuno. El señor Rajoy se ha instalado en esa actitud, creyendo que le autoriza a ello la mayoría conseguida en las pasadas elecciones para, a partir de las mismas, comenzar a amputar por donde dice que conviene a España. Joaquín Costa ponía como condición, al menos, que el cirujano fuera un "hombre sabio" y sin duda también hubiera temblado al ver al señor Rajoy con un bisturí en la mano.
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