martes, 4 de noviembre de 2008

La tumba de Azaña

Regularmente, personas que supongo de buena fe, reivindican para Manuel Azaña una tumba en España de quien fué, además de fino escritor, jefe del Estado español como presidente de la II República. La última, firmada por Tomás García Azcárate, en Cartas al Director en El País, del pasado día 2 de Noviembre.
Convendría recordar lo que el propio Manuel Azaña pensaba respecto a esta costumbre tan española de querer rehacer la historia -o de enderezar nuestros errores como país- a base de reinhumaciones de los restos mortales de sus protagonistas: "...si el héroe o genio no tomó la precacución de marcharse de la tierra sin dejar huella, está, además, expuestísimo a que se le zarandee el esqueleto. En España, lo primero que se hace con los hombres ilustres es desenterrarlos. Del cadáver con pretensiones de celebridad que no ha sido "reivindicado" alguna vez, bien se puede creer que usurpa su fama. La manía de la exhumación sopla por ráfagas, como la del suicidio o el desafío. Hace años, el Parnaso español pudo temer que era llegado el día del juicio final: no dejábamos a nadie yacer tranquilo, hubo un ir y venir de ataúdes y un trasiego de huesos que apestaba."
Creo sinceramente que lo que nos cumple a los españoles con Manuel Azaña es, en general, respetar sus ideas, tanto para respetar su voluntad, dejando sus huesos en paz allí donde nuestra incivilidad quiso que quedaran -lección perpetua de nuestra historia- como para aplicarlas y transformar a España, de una vez, en un país moderno. Su clara visión de un estado laico frente a la secular injerencia de la Iglesia católica en los asuntos públicos de este país sigue siendo de aplicación a casi setenta años de su muerte. Por ejemplo.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Azana/recuerdo/elpepiopi/20081105elpepiopi_7/Tes?print=1

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