Es
lo que tienen las crisis, que muestran con crudeza las capacidades de
cada cual. Con todo y conocer la manifiesta incapacidad de Ana Mato como
ministra de Sanidad, que se había limitado hasta ahora a avalar las
políticas de gradual desmantelamiento de la sanidad pública desde una
pretendida invisibilidad, ha sido la crisis del Ebola la que ha expuesto
crudamente sus limitaciones. Ignoro qué capacidades -aunque las
imagino- tendría o haría valer dentro de la estructura de su partido, el
PP, pero como gestora y administradora de asuntos públicos es de una
incapacidad lamentable y motivadora de una general verguenza ajena. Han
tenido que ser las preguntas de los demás -de los medios de
comunicación, de los miembros de la comisión de Sanidad del Congreso-
las que, como si fueran
bofetadas o agua en la cara de un boxeador grogui, han hecho que por fin
admita que “probablemente no hemos hecho todo bien y probablemente
había muchísimas cosas que mejorar”. Sí, probablemente muchísimas.
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