jueves, 26 de junio de 2025

Fouché y Robespierre

 
 
Ese es el título provisional, según me informa Robert Saville. Recibí anteayer su invitación para visitarlo en su domicilio en Madrid, un señorial ático en la calle Alfonso XII con vistas al Retiro, tan cerca del Museo del Prado y de la cuesta de Moyano: la residencia de un príncipe.  Esto es lo primero que le dije; no había estado nunca en su domicilio de Madrid aunque, curiosamente, si lo he visitado más de una vez en su casa de Zahora (Cádiz); no le quise recordar la reciente ausencia de su compañera, Elodie, pero fue él mismo el que comenzó nuestra conversación tomando el vermú ligando ambos temas:

-Se me hace muy duro, casi insoportable, estar solo en la casa de Zahora, miro el barco que prácticamente construí con mis manos, enmohecer sin haber cumplido nunca nuestros sueños de viajar juntos en él e inevitablemente comienzo a pensar en que la vida es una serie de cosas que no hemos hecho, de ocasiones perdidas. Y esto es siempre así porque las que hacemos nos llevan mucho más tiempo que las que deseamos o imaginamos y, por consiguiente, las segundas siempre aumentan y aumentan con el tiempo.

Y al decir eso se quedó unos segundos inmóvil, aparentemente contemplando el vaso del vermú, pero con la mirada perdida. Respeté, yo también inmóvil y en silencio, su tiempo de recuerdos.

-...y bien -prosiguió tras el paréntesis- supongo que tendrás interés en que te cuente algo sobre mi proyecto actual del que sólo te anticipé el título provisional ¿no?

-Naturalmente -dije- es más, he buscado sobre esos dos personajes y creo que lo más interesante es una breve biografía de Fouché escrita por Stefan Zweig.

Me miró sorprendido y sonriendo a la vez.

-hemos coincidido, me alegra comprobarlo. Zweig es un biógrafo notable y sabe ocultar su posible erudición sobre los biografiados con sus hábiles deducciones psicológicas; atrapa siempre al lector sólo con ellas: esa simbiosis de contexto, circunstancias  y las complejidades de las distintas personalidades. Fouché no es la excepción: nos enseña que incluso la traición puede ser un arte, como otros ya han proclamado del asesinato. Me he centrado en la relación entre Fouché y Robespierre descartando la más conocida con Napoleón porque me parece mucho más interesante el duelo a muerte entre dos jacobinos (aunque la ideología de Fouché siempre sea supuesta) que entre un ministro de Policía y Napoleón; no es muy conocido, por ejemplo, que siendo ambos jóvenes revolucionarios, Fouché (el tonsurado y oratoriano clérigo Fouché) prestara -o donara- unas monedas al joven y pobrísimo abogado Robespierre para que se presentara  decentemente vestido al ser nombrado diputado de los Estados Generales y pagar su viaje a Versalles y colaborar en la redacción de la nueva Constitución de Francia.

Y en éste punto me quedé pensando en las circunstancia vitales de los seres humanos, concretamente del ser humano Robert Saville, británico de nacimiento y culturalmente franco-español, con esa entrañable querencia por la costa, las gentes, los pueblos de Cádiz.

Hablamos más sobre el texto que estaba desarrollando en  colaboración con su compatriota Lewis J. Smith tomando como marco las páginas de la obra de Zweig, pero de eso ya hablaré si el proyecto llega a buen puerto.

De ahí pasamos a un bacalao al pilpil que él mismo se encargó de servir.

-luego me dices que te ha parecido el bacalao- me guiñó, cómplice.

Y como me pareció excelente se lo dije.

-pues me lo envía un sevillano que tiene una empresa de comida  cocinada con reparto a domicilio que encontré de casualidad por Internet porque respondía exactamente a lo que estaba buscando; se llama Nococinomás.

 

 

 

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