En nuestro patético seguidismo angloide, motivo de insignes novedades idiomáticas tales como hoja de ruta ó tolerancia cero, topar es una de las últimas incorporaciones. En nuestro idioma topar era, hasta ahora, chocar, encontrarse inesperadamente con algo o alguien, tropezar con algún obstáculo y otras acepciones menos comunes tales como echar a pelar a los gallos en modo de prueba -en Sudamérica- apostar en el juego o recibir y atender a un viajero a su llegada. Pues bien ahora, también significa limitar palabra ya existente en nuestro idioma y que significa clarísimamente poner límites a algo, con la ventaja sobre topar, que lo hace integralmente, es decir, no sólo por arriba sino también por abajo y por los lados; lo que no impide comprender, también clarísimamente, que cuando se usa para referirse a limitar el precio de algo es para significar que se está haciendo por arriba.
Vamos, que con topar no mejoramos el idioma, más bien lo embestimos (topamos), aunque sirva para entenderse con otros toperos (ó topistas) del idioma.