Cualquier ayuda en la concienciación del cambio climático como uno de los problemas a enfrentar debe ser bienvenida, incluso la de Al Gore. Igualmente, cualquier ayuda contra las muchas injusticias que aquejan a nuestra aldea global debe ser aceptada, incluida la de Bianca Jagger. Es justo y, sobre todo, necesario.
Sin embargo, creo que en la entrevista realizada por John Carlin a Bianca Jagger y publicada ayer el El País, en la que ésta última se mostraba indignada con los muertos de SIDA, con la esclavitud sexual, con los criminales de guerra en libertad, con la desforestación del Amazonas y con el mismísimo cambio climático, se podrían haber eliminado las referencias al placer con que –entre golpe y golpe de justa indignación universal- Bianca Jagger daba cuenta de un carnoso lenguado griglie o un delicioso postre de castañas glacé. Aunque sólo fuera por no excitar el apetito de los hambrientos del mundo. Igualmente se podría haber obviado el coste del menú para dos personas en el Santini Restaurant de Londres, 166 Euros: los ingresos de cualquier subsahariano para subsistir varios meses. Bien es cierto que a ninguno de ellos –hambrientos o subsaharianos- es fácil que les llegue la entrevista para que no tengan que padecer, sobre la injusticia que ya padecen, la hipocresía del primer mundo.
Será cuestión de temperamento: a mí las injusticias me ponen mal estómago. No parece se el caso de Bianca Jagger que según el entrevistador mostraba una voracidad insaciable como deglutidora de injusticias mundiales. Para acompañar la ensalada, supongo.