miércoles, 29 de junio de 2022

La humanidad y los humanos

Sé que es una contradicción, pero no sé si real o aparente: cuanto más me preocupa el futuro de la humanidad, menos especímenes de la raza humana encuentro que merecieran justificación y salvación; el número de tontos respecto al total excede -como afirma Cipolla en la primera de las leyes de la estupidez humana- cualquier estimación previa. Quizá lo segundo sea debido a un exacerabado individualismo como rago inevitable de carácter, porque ni me desagrada ni me enorgullece el hecho de no encontrar semejantes más semejantes a mí (como yo me veo); hay quien no se encuentra a sí mismo si no se encuentra en otros y huye de su individualidad como los gases del vacío; hay quien, por contra, sufre complejo elitista o de superioridad -es complejo cuando la superioridad es sólo supuesta por uno mismo-, aversión a las masas y a las muchedumbres, individualidad radical, solipsismo....creo no pertenecer a unos ni a otros; otra cosa es que, si se pudiera elegir,  me gustara pertenecer más a los otros que a los unos porque es evidente que son los segundos, ciertos individuos fuera de la norma, geniales, los que hacen avanzar a la humanidad en su  conjunto y resultan más beneficiosos para ella. Y creo que muchos encontramos gratificante sentirnos útiles....y especiales: de los miles de millones de humanos que han poblado este planeta, sólo son miles, seguramente, los que merecen ser recordados por alguna aportación relevante al acervo cultural común; uno por millón (o menos).

En resumen, que ésta es una contradicción que parece derivada de la edad; la necesaria para llegar a estas reflexiones de jubilado.

miércoles, 15 de junio de 2022

Distopías

Siempre me han interesado las distopías -ya fueran apocalípticas, post-apocalípticas o semi-apocalípticas- y es innevitable recordar la genial 1984 de George Orwell; la menos conocida ¡Hagan sitio!, ¡hagan sitio! (Make Room! Make Room!) de Harry Harrison sirvió de base al guión de una de las películas semi-apocalípticas que más me impresionó en su día: Cuando el destino nos alcance (creativa traducción del título original: Soylent Green); por consideración a quien no la haya visto no destriparé su trama, sólo añadiré que se trata de una radical solución al problema de la alimentación en un mundo superpoblado, en la que el hieratismo actoral de Charlton Heston da más dramatismo a la acción (por cierto, la parte escalofriante y nuclear de la trama de la película es un añadido a la novela original, que presta sólo la escenografía y el contexto; parece ser debida al director Richard Fleischer. También como curiosidad, la acción se sitúa en un futuro 2022). Lo que me ha hecho recordar otra excelente película -claramente inspirada en 1984- no muy revisionada: Brasil (Brazil) de Terry Gillian.

Viene todo este prefacio literario/cinematográfico a cuento de las utopías y, sobre todo, las distopías, a la evolución/solución/implosión/explosión de la raza humana vistas de desde una imaginación racional. Pocos ejercicios artísticos me parecen tan cercanos y humanos -dicho sea en toda la extensión posible de esta palabra- como los que tratan este tema.

No sé, me ha parecido oportuno este apunte o digresión sobre la distopía ahora que tan cerca bordeamos el tema desde los puntos de vista climático, energético, alimentario, poblacional y nuclear. No falta nada en el cóctel; no será raro que acabemos de cualquier manera.

Otra recomendación cinemátografica apocalíptica: la también excelente La hora final, de Stanley Kramer; impresionante ver a los personajes viviendo rápido en espera de la inevitable nube radiactiva.

martes, 7 de junio de 2022

Victoria pírrica

Cuando la predecesora de Boris Johnson en el cargo de primer(a)  ministro(a) del Reino Unido, Theresa May, se sometió a una moción de censura de su propio partido conservador (Tory) como consecuencia de las inmanejables turbulencias del Brexit y obtuvo un 63% de apoyo, éste afirmó que se trataba de  un muy mal resultado, mucho peor de lo que parece; ahora que él mismo ha pasado por idéntico trance y obtenido un apoyo menor -un 60%- opina que el resultado ha sido decisivo y convincente; así es, pero seguramente en un sentido contrario al que desearía. Y la demostración,  una vez más, la universalidad de la Ley del embudo. Porque, de hecho, ha obtenido menor apoyo que el de los tres anteriores líderes Tory (Margaret Tatcher,  John Major y Theresa May) en semejantes circunstancias, por las cuales pasaron todos ellos.

Pírrica es una denominación que, además de su significado adjetivando la victoria, tiene en nuestro idioma   -de forma concomitante- algo de ridículo, de frágil, de predestinado finalmente a la derrota, a una derrota con su propio nombre. Todos los mencionados líderes Tory dimitieron de su cargo al poco tiempo de ganar la moción de censura a que fueron sometidos.

Johnson, en su intento de huída hacia delante -o de distraer del significado de su pírrica victoria- ha manifestado que lo que se debe hacer es centrarnos en las cosas que creo que realmente le importan a la gente; lo cual siempre es una magnífica idea viniendo de cualquier mandatario -aunque lo suyo creo que también le importa a la gente- pero no sé si va a tener tiempo de ponerla en práctica.

En este país hubiera sido otra historia: para algo  les sirve a los británicos la práctica de una democracia de una calidad algo mejor que la nuestra. Aquí, lo más parecido ha sido el proceso mediante el cual Pablo Casado fué desalojado del liderazgo del PP; que cada uno establezca los paralelismos que crea oportunos.

domingo, 5 de junio de 2022

Pitufo consciente

Nos recuerda Ignacio Sánchez-Cuenca -con cuyos planteamientos suelo coincidir en bastantes ocasiones-  en su artículo La izquierda  ceniza en CTXT, que en  2015, Pablo Iglesias, se refería a IU y sus líderes como el pitufo gruñón que decía no a todo y se pregunta por qué la izquierda se ha vuelto tan gruñona y ceniza en la actualidad; vamos -resumiendo- que Podemos -y la izquierda en general-  parece ser que ha adquirido la gruñonidad y cenizismo de IU y no la inversa pretendida, es decir, que IU se impregnara de la esencia y voluntarismo del Sí, se puede (o, como ya anticipó Gramsci, oponer el optimismo de la voluntad al pesimismo de la inteligencia); poco más o menos como Ciudadanos ha acabado adoptando para sí los usos y costumbres corruptos de PP y PSOE, a los que pretendía regenerar (aunque ésto era bastante más previsible).

No aclara Sánchez-Cuenca el porqué o las causas de que eso se haya producido en tan breve tiempo -sólo un quinquenio- pero sí vaticina sus efectos: la izquierda más ceniza corre el peligro de acabar siendo percibida desde fuera como una secta apocalíptica, lo cual me sugiere, de inmediato, la primera pregunta ¿cuál es la izquierda menos ceniza?, o dicho de un modo más directo: ¿hay otra izquierda? (aunque ya comprendo que plantear estas preguntas me hace ingresar automáticamente, quiera o no, en el pelotón de los cenizos), salvo que el PSOE se considerara izquierda; en segundo lugar: acabar siendo percibida desde fuera es más un defecto del percibidor foráneo -es decir, la ciudadanía-  que de la propia izquierda emisora. Y mientras esa ciudadanía permanezca fuera de lo que cree una secta -apocalíptica o no- y no perciba que debe defender su propia realidad, poco podrá hacerse.

Tampoco voy a aclarar -el hecho de que  Sánchez-Cuenca no lo haya hecho, contando seguramente con más recursos que yo, me desanimó a intentarlo- las causas del proceso de expansión del virus cenizo de la izquierda, pero ¿no pudiera ser que las dificultades de un gobierno de coalición de Unidas Podemos con el PSOE hayan acabando pasando factura a la izquierda  en cuanto a ser consciente de la realidad política subyacente en esta país?, es decir que Pitufo hubiera vuelto a gruñir al ser consciente de las dificultades de todo orden que ha debido enfrentar y las que se vislumbran en el horizonte, pasando del sí, se puede al sí, se puede intentar. Acompañado de un rezongue irreprimible, que seguramente parecerá un gruñido a cualquier oyente inadvertido.

Por si fuera útil, aquí va una posible clasificación -he comprobado que no es la única, va por regiones- de los cenizos y figuras concomitantes:

-Cenizo, persona con mala suerte (para sí)

-Gafe, persona que trae mala suerte (a los demás)

-Manzanillo, quien reúne las caracterísiticas de los dos anteriores.

Quizá con su utilización alternativa fuera posible matizar algunas de las características de la mala suerte de la izquierda actual en este país.

Por cierto, los de generaciones previas a la de Pablo Iglesias, entenderíamos mejor la figura de Pepito Grillo.

sábado, 4 de junio de 2022

Las edades del hombre (y de la mujer, claro)

Hablando de edad, se sabe que se ha llegado a una edad avanzada porque coincide con ser la tercera y, ya se sabe, a la tercera va la vencida; aunque es difícil establecer la frontera entre las edades del hombre, ya que la transición entre ellas no suele ser algo instantáneo, si no más bien progresivo, desacompasado (acelerones y frenazos a nivel personal), difuso y generalmente lento (los viejos lo creen todo, los de mediana edad sospechan de todo, los jóvenes lo saben todo, decía Oscar Wilde; según esto yo no habría llegado aún a la tercera edad; claro que en ésto Oscar Wilde suponía o hablaba de oídas: no llegó a viejo; él mismo escribió también: Escribí cuando no conocía la vida. Ahora que entiendo su significado, ya no tengo que escribir. La vida no puede escribirse; solo puede vivirse. ). 
 
Sin embargo, los síntomas de haber llegado son numerosos y bastante reconocibles, comenzando por los físicos; pero, seguramente,  antes que lo que va dejando de poder hacerse -debido principalmente a esas limitaciones físicas- está lo que ya no se desea hacer: a esa -ésta- edad es más lo que no se quiere hacer que lo que no se puede hacer; quizá la manifestación de una intuición innata en cada uno de nosotros  que nos informa -cada vez con voz más alta- de que, finalmente, todo resultará inútil no sólo para uno mismo como individuo si no también para la especie humana en su conjunto.

Y es lo que no deja de resultar sorprendente: el hecho de que hayamos sido capaces de llegar hasta aquí pese a nuestras evidentes limitaciones, ya se consideren éstas global o particularmente (y con tanto tonto a ser contabilizado como ser humano en éste segundo apartado).

Podría seguir, pero hasta aquí, por hoy, con mi dosis de transición. Que, al menos, no es la del 78; que ¡vaya si nos engañaron en esa! 

(Ha resultado una entrada tan breve que casi me hubiera cabido en un haiku o en un tweet: la edad también, que te hace cada vez más sintético...por añadir algún  contenido concomitante; inserto una reflexión/aforismo de Jorge Wagensberg: El tiempo fisiológico (del envejecimiento) se acelera porque cada vez pasan menos cosas a igual intervalo de tiempo matemático; que yo creía que era una anomalía perceptiva, pero parece que no).

miércoles, 1 de junio de 2022

Ostracismo

La palabra ὄστρακον (óstrakon) significa cáscara, caparazón o concha -también de ostra, de donde proviene la palabra- y se empleaba, asimismo, para referirse a un trozo de terracota en forma cóncava donde se escribía el nombre de aquellos ciudadanos de la antigua Grecia condenados al destierro producto de una votación democrática; así es: ὀστρακισμός (ostrakismós) u ostracismo significa exactamente  destierro por mal gobierno (o conducta); a los atenienses no les temblaba el pulso al aplicar el ostracismo a figuras relevantes como es el caso de Temístocles (ver la imagen adjunta), como para demostrar que nadie estaba por encima del bien común. La ley que lo regía se atribuye a Clístenes en el año 510 a. de C. y venía a ser algo así como una Ley de Defensa de la República, cuya misión era, fundamentalmente, salvaguardar la democracia ateniense de la tiranía a la que los pueblos antiguos eran bastante propensos; quizá no más que los de hoy, aunque es cierto que las tiranías hace tiempo que cambiaron de estrategia, comenzando por renegar de ese nombre y, ocasionalmente, disfrazarse de demócratas.

La democracia ateniense y sus radicales métodos de autodefensa datan, pues, de hace 25 siglos y tal parece que hoy se necesitaría de otros 25 para que podamos volver a los orígenes y cerrar el círculo acercándonos a la pureza del concepto. Es cierto que la democracia ateniense resultó ser una anomalía histórica (todos los ciudadanos gobernaban directamente, no eran gobernados) según podemos informarnos en una excelente entrevista a Andrés de Francisco, traductor de la obra del historiador danés Mogens H. Hansen La democracia ateniense en la época de Demóstenes y, precisamente por ello, está totalmente injustificado asignar esa palabra a cualquier -repito, a cualquier- sedicente democracia actual, comenzando por la primera que así se autotitula a nivel mundial. No digamos la de este país, al que alguien tuvo la humorada -algo oscura- de apellidar plena, cuando lo cierto es que -incluso comparativamente- habría que designar como imperfecta. Y, siendo honestos, muy imperfecta. Aunque sólo fuera por la larguísima lista de ostraquizables que se podría elaborar.