Casi nada nuevo en las manifestaciones del secretario de la Conferencia Episcopal Española (CEE) sobre el proyecto de ley que regulará el aborto en España, salvo el tono claramente amenazante y disciplinario dirigido a los fieles de la Iglesia Católica. Y porque ha aparecido -a estas alturas- una nueva figura de pecado: el pecado público. Yo sabía del pecado original, de los pecados veniales y mortales, de los capitales -puestos al día en 2008 por el regente del Tribunal de la Penitenciaría Apostólica del Vaticano, el cardenal Gianfranco Girotti- y que, al parecer, ahora se denominan "pecados sociales", pero no he encontrado la más mínima referencia de lo que pueda ser un pecado público, salvo en las declaraciones del obispo Martínez Camino. He supuesto que le habría traicionado el subconsciente y pareciendole poco el control de la moral privada -a donde debe reducirse el lugar de la religión en los ciudadanos de los Estados laicos- de los fieles católicos, le gustaría imponer una moral pública. Pues tampoco. Porque, en las mismas declaraciones, el señor Martínez Camino denuncia "el intento del Estado de imponer una moral a todos", algo que no sería lícito, afirma, ni siquiera si se tratase de la moral católica. No me extraña que sea portavoz de la CEE: esta habilidad para decir una cosa, la contraria y ni la una ni la otra a la vez -eso sí, en nombre de Dios- es digna de las tradicionales habilidades diplomáticas vaticanas. Este hombre llegará: le veo en Roma no tardando.
Cartas (notas) prescindibles, reflexiones al hilo de lo que sucede (principalmente en España)....
No hay comentarios :
Publicar un comentario