Muchos recordarán la película "Las sandalias del pescador" (1968), basada en una novela de Morris West. En ella, el obispo católico ruso Kiril Lakota, cuyo carácter y bondad son puestos a prueba convenientemente por ateos soviéticos en el gulag, es nombrado finalmente papa, y ante una crisis mundial y la consiguiente hambruna, decide la enajenación de todos los bienes materiales de la Iglesia católica para tratar de paliarla. Era ficción, claro. En la realidad de este país, el Estado sufraga con unos 6.000 millones de euros de dinero público -de todos, católicos o no- anualmente a la Iglesia católica. Cantidad que, curiosamente, coincide el monto del ahorro de año para el Estado como producto de las medidas que el presidente del Gobierno tuvo a bien tomar el pasado Mayo, a costa de pensionistas, funcionarios y dependientes. Pero hay que tener en cuenta que -después de alguna ligera filípica sobre los matrimonios homosexuales, el aborto y el laicismo agresivo- a cambio de los 6.000 millones de euros anuales, de haber construido la catedral de Santiago de Compostela y de estar en ello en la de la Sagrada Familia, el papa a pedido a Dios la correspondiente recompensa para el pueblo español. A ver si sumando su intercesión ante Dios a la de Gallardón ante la Virgen de la Almudena rentabilizamos la inversión y salimos de ésta; ya se sabe: los mecanismos del poder hay que engrasarlos, y más si es divino. Lo que no está claro es para cuando el retorno de la inversión.
Cartas (notas) prescindibles, reflexiones al hilo de lo que sucede (principalmente en España)....
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