Se forraban, sí, pero todo tiene sus servidumbres. No sólo la posibilidad de acabar un tiempo en ese selecto hotel en el que una vez que entras no hacen más que ponerte dificultades para salir -que también- si no, por ejemplo, el sinvivir de no saber los colores de chapa y tapicería que le gustaban a Ricardo Costa para su coche de pijo total -Infinity FX50, motor V8 de 5 litros, 390 CV, 80.000 €- entre otras muchas incertidumbres de intermediario conseguidor. Total, para que lo estrellara a los dos meses -pasando la "prueba del algodón", en palabras del estrellador- y volver a empezar con el concesionario. Y es que nos ciega el lado envidiable de los chorizos, su aroma a billetes nuevos y de colores insospechados.
Cartas (notas) prescindibles, reflexiones al hilo de lo que sucede (principalmente en España)....
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