El presidente de la CEOE, Juan Rosell Lastortras, vicepresidente que fué también de CEOE como segundo del inefable Díaz Ferrán -hoy retirado en una institución de reposo- y que ya en fecha tan antigua como 1979 publicó un libro titulado España, dirección equivocada -nos
pronosticó el desastre con tiempo suficiente para enmendarnos-, seguido
de otro en 1982 titulado Crear 80.000 empresarios -en la construcción,
por ejemplo- para finalizar con un tercero, en el año
2000 titulado El reparto del trabajo: el mito y la razón, prosigue
amenizándonos de cuando en cuando el café -si aún nos quedara para
café- con sus etéreos vaticinios y "ostentóreas" -que decía un prototípico empresario- opiniones.
Ahora nos
informa que "quitar a los contratos fijos esos privilegios, por
llamarlos de alguna manera, daría lugar a un mercado laboral sin
diferencias entre indefinidos y temporales, en contraste con el mercado
de trabajo, absolutamente dualizado". O sea, que según él, este país
necesita de la puesta en práctica de esa teoría tan cara a los
empresarios desde el comienzo del capitalismo de igualar a todos los
trabajadores, pero a la baja: "fexibilidad" total, trabajadores sin
derechos que incomoden la libre expresión de un capitalismo absoluto y absolutista.
Eso sí, a renglón seguido ha afirmado -se nota que estudió con los
jesuitas- que "quienes se quedan en el desempleo deben recibir la ayuda
mínima y necesaria para seguir sobreviviendo", aunque lo cierto es que
no ha cuantificado cuanto es para él una ayuda mínima ni lo que él entiende
por sobrevivir. Pero parece olvidar que la caridad no es necesaria
cuando existe justicia social, y ésta sí que es necesaria, incluso desde
el punto de vista económico. Todo un personaje -por llamarle, también,
de alguna manera- el señor Rosell.
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