Si tuviéramos información precisa sobre el porcentaje de aciertos diagnósticos, y, dentro de él, del procentaje de curaciones que el "estado del arte" en medicina es capaz de garantizar, quizá las salas de los centros de salud estuvieran menos concurridas, pero lo cierto es que generalmente creemos que existe operación quirúrgica o medicamento para cualquier enfermedad. La clase política sufre -o goza- de un síndrome semejante: creer que para cada problema existe una ley que lo soluciona, y que su tarea, por tanto, es promover esa normativa. Así, la ministra del Ejército, Carme Chacón, ha sugerido la posibilidad de un protocolo que regule el comportamiento del público en ciertos momentos y actos del día de la Fiesta Nacional, sugerencia que, desde el sentido común, semeja un intento de poner puertas al campo. Porque es cierto que en los últimos tiempos en los que el nivel económico de este país ha subido, de igual manera han menguado las buenas maneras. La cortesía, ese aceite tan necesario para engrasar el "temperamento" del paisanaje de este país, proclive siempre a colocarse -en todo- en el extremo opuesto al del vecino, no es algo de lo que andemos sobrados, pero la politesse no puede imponerse, debe aprenderse. En todo caso, Gaspar Llamazares, apelaba a algo que sí pueden hacer los políticos: predicar con el ejemplo, al recordar que "se cree que en política vale todo, se le ha dado tintes de normalidad al insulto". Hablaba del PP, naturalmente.
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